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Actualizado: 3 de junio de 2025


Aquel canto fúnebre resonaba como un adiós tristísimo a nuestra pasada dicha, como una súplica en nombre de nuestro eterno amor. Con sus manos entre las mías, escuchamos las dulces y melancólicas notas. ¡Mi Reina y mi Cielo! dije. ¡Mi amante y leal caballero! respondió Flavia. Quizá no volvamos a vernos. ¡Un beso y parte! Le di un beso, pero se abrazó a , murmurando mi nombre una y cien veces.

EN los banales y sutiles ajetreos de la farándula política, en que el favoritismo se yergue en divinidad sobre su propia bahorrina, es edificante la evocación de un episodio hondo de desolación inquietante y cruel, de la vida extraña de aquel inadaptable genial, de «aquel celeste Edgardo» cuyo nombre figura en esa fúnebre antología de anormales y degenerados entre los otros grandes locos: Nietzsche y Baudelaire.

Marenval se estremeció creyendo estar rodeado de espectros. Un sentimiento de angustia se apoderó de su corazón y sintió una especie de vértigo al oir decir á Vesín con voz fúnebre: En efecto, el caso sería grave. Una causa criminal para los que fueran presos, y si había habido, por desgracia, algún hombre muerto... Trataremos de hacer las cosas suavemente, balbucéo Marenval.

Cuando entraron en la plazuela donde vivían, la vista de su casa, que con el portalón entornado, los balcones cerrados y la fachada obscurecida por la última luz de la tarde tenía cierto aspecto fúnebre, hizo revivir en la memoria de las tres el recuerdo del caballo. ¡Dios mío! ¿Cómo estará el pobre Brillante?

Se muere, hijos decía la jardinera ; de ésta no escapa. Doña Visita me lo ha enseñado de lejos, llorando la pobre. No puede estar acostado. El pecho le baila como un fuelle roto. Los médicos dicen que no llega a la noche. ¡Qué desgracia...! ¡Y en un día como éste...! La agonía del príncipe eclesiástico era acogida con un silencio fúnebre.

Arrepentido de su inevitable alegría, el paisano sacudió la cabeza a guisa de oración fúnebre, se echó hacia atrás en la silla, sacó la petaca y se dispuso a fumar un cigarro a la memoria de aquellos malogrados jóvenes.

Isidro se sentó sobre la fúnebre caja, temiendo una nueva profanación, y se replegó aturdido y temeroso por el estrépito de los tiros. Un hombre de blusa vino también a sentarse en el féretro, como si éste fuese un lugar de asilo. Oyó Maltrana un lamento y vio la blusa blanca, manchada de sangre, balancearse y caer al suelo.

¡Cuánto tenemos que contar!... yo a ti, a . Ya que te has casado. Has hecho bien. Este has hecho bien le cayó a la prójima como una gota fría en el corazón, trayéndola bruscamente a la realidad. Enjugando sus lágrimas, se acordó de Maxi, de su boda; y su casa, que se había alejado cien millas de leguas, se puso allí, a cuatro pasos, fúnebre y antipática.

Llega el momento del sacrificio del toro, y los clarines lo anuncian con un toque fúnebre que hace pasar por los nervios y la sangre un hondo calofrío de terror y compasion. El Espada, rey de la escena, no entra en accion sino para dar muerte al toro.

, que del vate la mision sagrada Es inflamar del bravo el ardimiento, Dar nuevo temple á la fulmínea espada Con el soplo encendido de su aliento, Y al fúnebre clamor de la derrota, Alzar del libre la bandera rota.

Palabra del Dia

irrascible

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