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Actualizado: 3 de octubre de 2025
Le amortajó, fue tras el féretro hasta la puerta de la escalera, y en seguida, sin que parientes ni amigos pudiesen contenerla, corrió al gabinete, y pegando el rostro al vidrio del balcón, vio ponerse en marcha el cortejo fúnebre, desplomándose sobre la alfombra, rendida a la pesadumbre del dolor cuando dobló la esquina el carro mortuorio. Y al volver en sí, ¡qué horrible le pareció la soledad!
Estos dos documentos se imprimieron por vez primera, como apéndice de una composición poética en alabanza de Calderón, que dió á conocer D. Gaspar Agustín de Lara en 1684, con el título de Obelisco fúnebre; después se incluyó en el Teatro español de La Huerta, parte segunda, tomo III, y se publicó también por Malsburg, cuya traducción he copiado, así como la de otros párrafos suyos, citados en la página 197 del tomo IV del prólogo, á que antes aludimos.
¡Era, sí, el Emperador mismo! ¡Parecía su estatua vaciada en bronce y roída por los siglos, como las que aparecen entre las cenizas de Pompeya! No infundía asco ni fúnebre pavor, sino veneración y respeto.
En tan largo espacio de tiempo no había permitido la madre que fuese abierta por nadie la fúnebre alcoba; no había querido abrirla ella misma, porque la miraba como a una tumba y las tumbas no se abren. Pero en aquella ocasión decidiose a quebrantar su propósito. Ya desde París había traído la idea de realizar aquel acto tristísimo.
Pasé todo el día inquieto y nervioso, escuchando el toque de la campanilla fúnebre por todas partes. A la verdad, no puedo decidir si la campanilla sonaba realmente, o eran mis oídos los que la hacían sonar. Compré cuantos papeles se vendían por las calles referentes al reo, y los devoré con ansia.
La bahia y la ciudad de San-Thomas. Una noche poética. El vapor Paraná. Grupos sociales. Escenas á bordo. Una ceremonia fúnebre. Temporales. Las costas de Inglaterra. El 13 de febrero estaba yo desde muy temprano sobre el puente del paquebote.
Al cabo de algunos minutos de esta fúnebre marcha: ¡Y bien! señor me dijo la vieja señorita: hable, pues, lo espero: ha dicho usted que mi familia ha sido aliada á la suya, y como un punto de alianza de esa especie es enteramente nuevo para mí, le quedaría sumamente agradecida, si me lo aclarase. Yo había decidido por mi parte, que debía guardar á todo precio el secreto de mi incógnito.
Además, la música ejercía sobre él una influencia letárgica. Pasó Maltrana junto a ellos. Nélida estaba en el salón y él vagaba por la cubierta. Al saber que aguardaban para asistir a la fúnebre ceremonia, se le escapó un gesto de contrariedad. Formuló varias excusas para justificar su ausencia, pero en vista de que la ceremonia era a las once de la noche, se ofreció a ir con ellos.
Poco antes de la toma de esta ciudad, Carácas fué tambien ocupada por los españoles, y el 6 de Julio Bolívar, afligido por el triste espectáculo de las numerosas familias que como un fúnebre cortejo seguian sus pasos, caminaba hácia Barcelona por la montaña de Capaya y la costa del mar.
Pasado algún tiempo sin conseguir apartar a la descarriada Obdulia del trato amoroso con el chico de la funebridad, consintiéndoselo a veces por vía de transacción con la epilepsia, y por evitar mayores males, Dios quiso que el conflicto se resolviera de un modo repentino y fácil; y la verdad, con tal solución se ahorraban unas y otros muchos quebraderos de cabeza, porque también la familia fúnebre andaba a mojicones con el chico para apartarle del abismo en que arrojarse quería.
Palabra del Dia
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