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Actualizado: 11 de junio de 2025
Y, francamente, nos parece hasta cómica la censura dirigida contra la Antología de poetas hispano-americanos del Sr. Menéndez y Pelayo, porque no incluya en ella, desdeñándolos, á no sé cuántos poetas de primera magnitud. Imposible parece que el Sr. Menéndez y Pelayo, que es tan erudito, no tuviese la menor noticia de esos grandes poetas.
Menéndez y Pelayo; pero, hablando con franqueza, su Antología hubiera valido más, si en vez de constar de cuatro gruesos tomos hubiera constado sólo de dos, y aun de uno: su Antología se asemeja á los libros proféticos que la Sibila de Cumas vendió á Tarquino el Antiguo.
Por eso se han desprendido del volumen, como páginas de antología popular, las siluetas del Rastreador, del Baqueano, del Gaucho malo y del caudillo silvestre, de las cuales Sarmiento dice que han quedado como la introducción de Volney a las «Ruinas de Palmira»... Sarmiento admiraba, en efecto, a Volney, y acaso no fué del todo extraña esa obra, lo mismo que la de Walter Scott, Víctor Hugo, Fenimore Cooper y Chateaubriand, a la formación de sus gustos como narrador.
Sin hacernos cargo de algunas otras colecciones menos importantes, indicaremos una, sin embargo, no tan vasta como las anteriores, especie de antología dramática, en 10 tomos, impresos en Madrid desde el año de 1653, y que se titula El mejor de los mejores libros que han salido de las comedias nuevas, dado á luz por Thomás de Alfay.
Mutatis mutandis lo propio puede decirse de la Antología del Sr. Menéndez y Pelayo. En lo expuesto hasta aquí, no creo yo que haya razón suficiente para que los rebeldes de Cuba nos hagan la guerra á sangre y fuego, poniéndonos en idéntica situación en que Dionisio, tirano de Siracusa, puso á un filósofo crítico que había en su corte.
EN los banales y sutiles ajetreos de la farándula política, en que el favoritismo se yergue en divinidad sobre su propia bahorrina, es edificante la evocación de un episodio hondo de desolación inquietante y cruel, de la vida extraña de aquel inadaptable genial, de «aquel celeste Edgardo» cuyo nombre figura en esa fúnebre antología de anormales y degenerados entre los otros grandes locos: Nietzsche y Baudelaire.
Es también un hecho que de los 40 poetas insulares catalogados en esta ANTOLOGÍA poseen el inglés cuantos moran en las islas; pero otro que todos escriben ¡y sienten! sus composiciones en castellano. Y así, cuando vemos como título de una el Awake britano en lugar del español, Despierta, nos sentimos sorprendidos, como defraudados...
Lope, La viuda valenciana, B. A. E., XXIV, 76 c. "Pues siendo alcagüete intento A esta valança cargar Docientos, que me an de dar, Porque e tomado los ciento", Rojas, Cada qual lo que le toca, edic. D. R. Menéndez Pidal explica una frase análoga, Antología de prosistas, 196, nota 1. 'NARVÁEZ, Parte XIII. Dario, y no Darío.
Palabra del Dia
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