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Actualizado: 3 de julio de 2025


Los días anteriores, por inverosímil que parezca el hecho, no había pensado en confeccionar uno siquiera de sus delirantes brebajes. El regreso de Nápoles á Barcelona había sido triste; el buque tenía un ambiente fúnebre sin su dueño. Por todas estas razones, se le fué la mano á Caragòl en la medida, prodigando la caña hasta que el líquido tomó un color de tabaco.

Maxi le arrebató el papel de un manotazo. «Te has quedado así como... estupefacta». Déjame en paz replicó ella con un despego que a su marido le llegó al alma. ¡Qué modales, hija! Ya ni consideración. Fortunata parecía que tenía sellada la boca. Comieron sin chistar; él se puso luego a estudiar y ella a coser, sin que el fúnebre silencio se rompiera. Acostáronse, y lo mismo.

A las once y media llegaron los coches de luto. En el primero de ellos entraron Amaury y el doctor que, rompiendo con la costumbre que no permite a los padres seguir el cadáver de sus hijos, quiso formar parte del cortejo fúnebre. Llegaron a la iglesia, cuyas naves, coros y capillas, estaban enteramente adornados con blancas colgaduras.

Pero volvamos a nuestra nave, cuya tripulación, a pesar del grito de los australianos, que aún resonaba en el espacio como una fúnebre amenaza, se preparaban a la pesca. La nave estaba fuertemente anclada, como ya hemos dicho. Había puesto la proa mirando a la boca de la bahía, dispuesta, en caso de peligro, a abandonar aquellos parajes.

¡Adiós, Pascualet!... ¡adiós! gritaban los pequeños sorbiéndose las lágrimas. ¡Auuu! ¡auuu! aullaba el perro, tendiendo el hocico con un quejido interminable que crispaba los nervios y parecía agitar la vega bajo un escalofrío fúnebre.

Por las caras conocidas que fue viendo mientras el fúnebre séquito pasaba, vino a comprender que el entierro era el de Arnaiz el Gordo, que se había muerto el día antes.

Después del almuerzo sigue un camino que asciende por la montaña formando ángulos; ve un muro de piedra, pasa una puerta, contempla un instante un monumento rematado por un gallo enorme. Toledo se descubre. ¡Paz á los héroes! Luego señala la entrada de la fúnebre construcción. El pobre Martínez está ahí.

Ostentaba alli sus ricos dones la naturaleza; aqui sus ricas galas, el arte; y brotaba de todas partes una armonía indefinible que hablaba al corazon, dejaba cautiva el alma y suspensos los sentidos. Apoderóse en breve de nosotros una dulce melancolía. Arrojó la historia sobre la ciudad un velo fúnebre; asaltaron nuestra imaginacion tristes recuerdos.

Sorteó Maltrana, echando una moneda en alto, el lugar de cada uno de los combatientes. Luego los acompañó a sus respectivos sitios con una gravedad fúnebre.

»A todo esto, los días pasaban, la fiebre era imperceptible, y, sin embargo, la enferma, lejos de mejorar, se iba aniquilando poco a poco. El médico se impacientaba ya, porque no sabía a qué atenerse, y me miraba a y yo le miraba a él. Los dos teníamos las mismas dudas, ¡ay!, y los mismos temores. »La casa comenzaba a tomar ese aspecto fúnebre y sombrío de las grandes tristezas del hogar.

Palabra del Dia

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