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Actualizado: 3 de junio de 2025
¡Qué podía importarle la paralización momentánea de las obras!... Era joven y tenía muchos años por delante. Lo que deseaba estudiar era la vida de una estancia, pero teniendo por maestro á Flor de Río Negro, que le acompañaba á caballo á través de los campos desde la salida del sol hasta el ocaso. Un fúnebre descubrimiento aumentó el mal humor del español, poco después de la fuga de Elena.
El día que sobre esta dificultad, de la cual no puedo descender, me venza el vértigo... me llorarás como hombre muerto. Muerto no, caído de muy alto. No importa, de todos modos, el hecho es fúnebre. Y no es así como entiendo que debes acabar. Baste con que la vida nos mate todos los días un poco; por Dios, no la ayudemos a concluir más de prisa con nosotros.
Entonces repercuten los montes en la altura, los árboles se agitan de confín a confín; aullan los ganados, retumba la espesura, sus espíritus dicen que van a la llanura llamados por los muertos a fúnebre festín.
¡También Fulano! Y como cuando en los días sombríos de epidemia, al pasar por las calles desiertas y ver el fúnebre convoy de los apestados camino del cementerio, la terrible idea de la muerte viene con la pregunta: ¿Me tocará a mí mañana el turno?
Nada veía que no fuera para ella precioso, seductor, magnífico o por cualquier concepto interesante, y hasta un carro de muertos que encontró al salir de la casa, más que por fúnebre, le chocó por suntuoso.
Pero usted.... ¿qué autoridad tiene aquí?... ¿quién le mete?... y la cabeza iracunda de Miranda tenía un temblor senil.... Váyase usted gritó con renovado furor, o buscaré un arma . Los ojos inyectados del marido recorrieron la estancia, hasta tropezar con el cadáver, que conservaba ante aquella escena su vaga sonrisa fúnebre.
Mientras nosotros nos colocábamos en fila á la otra extremidad del salón, hubo algún ruido de refregones de pie y algunos crujidos del pavimento; luego un melancólico silencio reinó de nuevo en el fúnebre recinto. De tiempo en tiempo solamente, se elevaba del canapé un suspiro lamentable que la señora de Aubry repetía como un eco fiel.
Algunos pasajeros, reparando en Maltrana y su fúnebre aspecto, le pedían noticias. ¿Pero decididamente iban a llevar adelante aquella locura?... La proximidad de la tierra parecía devolver el buen sentido a las gentes. Otros, que habían admirado el día anterior estos preparativos de muerte, se reían ahora de ellos. La mayoría no se acordaba del suceso.
¡El Banco a 175...! exclamó D. Baldomero pasándose la mano por la cabeza, y arrojando hacia el suelo una mirada fúnebre. Perdone usted, amigo rectificó Moreno Isla . Está a 172, y si usted quiere comprarme las mías a 170, ahora mismo las largo. No quiero más papel de la querida patria. Mañana me vuelvo a Londres.
Nada se oía, a no ser de vez en cuando un hálito, parecido a la respiración silbante que se escapa de una garganta medio sofocada. Entonces me encolericé al verme rechazada de todas partes. Sin duda seré bastante buena para preparar esta fúnebre comida dije soltando una carcajada.
Palabra del Dia
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