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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Un lamento se extendió por las lujosas habitaciones, un quejido, siempre el mismo, que pasaba por debajo de las puertas hasta la escalera majestuosa y solitaria: ¡Oh, Julio!... ¡Oh, hijo mío!... Campos de muerte Iba avanzando el automóvil lentamente, bajo el cielo lívido de una mañana de invierno.

¡Ah! ¡tentador! Me parece que vienes demasiado tarde, respondió el ministro fijando las miradas en los ojos del médico, con temor, pero con firmeza. Tu poder no es el que antes era. Con la ayuda de Dios me libraré ahora de tus garras. Y extendió de nuevo la mano á la mujer de la letra escarlata.

El sol poniente, antes de ocultarse, se asomó a un agujero del cielo tempestuoso, entre nubes desgarradas. Era una esfera sangrienta, una hostia de púrpura que animó con tonos de incendio la inmensidad del mar. Las negras masas de vapor que cerraban el horizonte se ribetearon de escarlata. Sobre el obscuro verde acuático se extendió un inquieto triángulo de llamas.

El joven extendió el brazo, señaló con el índice al Príncipe y la extranjera, y dijo: Todos los presentes volvieron las atónitas miradas hacia los acusados.

La Gorgheggi extendió un brazo y señaló a lo alto, hacia el coro: Del organista. ¡Ah! exclamó Bonis, como si hubiera sentido a su amada envenenarle la boca al darle un beso.... Se separó del altar; se afirmó bien sobre los pies; sonrió como estaba sonriendo San Sebastián, allí cerca, acribillado de flechas. Serafina..., te lo perdono..., porque a ti debo perdonártelo todo.... Mi hijo es mi hijo.

De pronto, la nueva de la renuncia del doctor Eneene, el ministro inamovible, surgió como un cohete, se extendió, se propagó a todos lados: muchos incrédulos movían la cabeza; alguien gritó: ¡Abajo Eneene! Pero lo cierto es que la noticia nadie la creía. ¡Renunciar Eneene!

Desde hace dos meses he dejado de ser la novia de Huberto Martholl, me he desligado de las promesas que nos unían... Una palidez mortal se extendió por el rostro de Juan, y todo su cuerpo tembló. ¡Me vuelvo loco! balbuceó. No comprendo... diga, ¡ah! diga... La joven continuó: Es bien sencillo lo que pasó en . Me convencí de que me había equivocado, que nunca había amado a Huberto.

La señora Rita entró a encender un velón de aceite, pues la estancia ya estaba casi en tinieblas; después extendió el mantel para la cena sobre una mesa de castaño, negra y pulida por los años de uso. Al poco rato vino con una cazuela humeante, que depositó sobre la mesa, diciendo: La cena en la mesa. ¡Santa palabra! exclamó el cura levantándose.

Dios... están vivos. Este grito se extinguió en su boca, que permaneció sonriente: cerró los ojos como si durmiese: súbitamente un aire de inmortal juventud, se extendió sobre su fisonomía, que se puso desconocida. Tal muerte coronando tal vida, contiene en enseñanzas de las que he querido llenar mi alma. Supliqué que se me dejara solo con el sacerdote en aquel cuarto.

Ana vio a la luz de la lámpara un rostro pálido, unos ojos que pinchaban como fuego, fijos, atónitos como los del Jesús del altar.... El Magistral extendió un brazo, dio un paso de asesino hacia la Regenta, que horrorizada retrocedió hasta tropezar con la tarima. Ana quiso gritar, pedir socorro y no pudo.

Palabra del Dia

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