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Actualizado: 10 de junio de 2025
Como su situación y la de aquella desdichada era casi la misma, pensó que podía haberse hallado en caso igual; tuvo miedo, tembló por sí, y se estremeció ante la idea de dejar sin madre a aquel pedacito de su alma concebido entre placeres, parido entre dolores, que allí dormía puestos los labios en su pecho y acogido al calor tibio y cariñoso de su cuerpo.
Su cara se puso blanca, sus delgados dedos nervudos se agitaron de nuevo y la contorsión que estremeció las comisuras de su boca, demostraron cuán profunda e intensa había sido la impresión que le había producido la mención de su sobrenombre. ¡Ah! exclamó. Blair me ha traicionado, entonces me ha jurado en falso, después de todo. ¿Eso les dijo a ustedes, eh? ¡Muy bien!
Don Eugenio escuchaba con frialdad el nombre del célebre banquero, que todos los días repetían los periódicos, pero Juanito se estremeció. Aquél sí que era un hombre. Husmeaba la ganancia a cien leguas; colocaba los capitales ajenos con la mayor seguridad; tenía esclavizada la fortuna, y a pesar de esto, ¡qué sencillo! ¡Con qué modesta afabilidad trataba a los pequeños!
María Teresa se estremeció como sorprendida en falta, pero reponiéndose: ¡Hola! ¿eres tú, Diana? respondió sin moverse de su observatorio. Entras como rayo de sol, sin hacer ruido... ¿Y qué ves venir? ¡Nada! Espías simplemente la llegada del que esperas. María Teresa, un poco abochornada, se ruborizó.
D. Félix se estremeció, echó una rápida mirada de angustia al retrato de su hija y después de una pausa dijo con voz insegura: No puedo... Dígale usted que no puedo recibirla ahora... Que venga otro día. El ama de gobierno retiró su cabeza y bajó para trasmitir la nada grata respuesta. El capitán siguió midiendo el salón tristemente.
Abrió la lavandera su desdentada boca y rióse desvergonzadamente; después fijó sus maliciosos ojos en el rostro del inspector general y exclamó: ¡Pardiez!... Tiene a quien parecerse... También usted, señor Delaberge, también usted era un excelente muchacho en la época en que nació ese niño... Delaberge se estremeció.
¡Qué admirado debió estar San Pablo con semejante éxito! exclamé con una risa tan ruidosa que la abuela se estremeció. San Pablo... murmuró con rencor, San Pablo es un mal santo.
Cuando se levantó y contempló el cadáver, en cuyo semblante se leía la tristeza más profunda, el pesar de toda una vida inútil que se llevaba más allá de la muerte, el anciano se estremeció y murmuró: ¡Dios tenga piedad de los que le han torcido el camino!
Marenval se estremeció creyendo estar rodeado de espectros. Un sentimiento de angustia se apoderó de su corazón y sintió una especie de vértigo al oir decir á Vesín con voz fúnebre: En efecto, el caso sería grave. Una causa criminal para los que fueran presos, y si había habido, por desgracia, algún hombre muerto... Trataremos de hacer las cosas suavemente, balbucéo Marenval.
Huiré antes que termine la primavera; iré no sé dónde, volveré al mundo, a cantar, donde no encuentre hombres como usted, y el tiempo y la ausencia se encargarán de curarle. Leonora se estremeció al ver la llamarada de salvaje pasión que pasó por los ojos de Rafael.
Palabra del Dia
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