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Actualizado: 14 de octubre de 2025
A él lo había aceptado como yerno porque era de su gusto, modesto, honrado y... serio. ¡Pero ese pedigrée cantor, con todas sus soberbias!... ¡Un hombre que él había sacado... no quería decir de dónde! Y el francés, tan enterado como él de sus primeras relaciones con Karl, fingió no entenderle. Como el alemán había huído, el estanciero acabó por dejarse empujar hasta su casa.
Nélida, por un brusco cambio de su carácter tornadizo, hablaba ahora con tristeza y miedo. Contaba los días que faltaban para la llegada a Buenos Aires. ¡Cuán pocos eran!... Recordaba a su hermano mayor, el rudo estanciero, que en las últimas cartas enviadas a Berlín profería contra ella terribles amenazas, comentando las denuncias que le había dirigido el hermano pequeño.
Ella era en realidad la que destruía las obras. El español cerró los puños. Se acordó del estanciero Rojas y lo que éste se proponía hacer con su rebenque para castigar las maldades de aquella hembra.
Al fin, Piola, sin contestar á Rojas nada concreto, le volvió la espalda, dirigiéndose hacia la esquina de la ruinosa construcción y desapareció detrás de ella. Fué á seguirlo el estanciero, y tropezó con el mismo hombre que había contenido á Watson.
Un día, el francés se acercó con cierto misterio. «Elena tiene un hijo, y le llaman Julio como á usted.» Y tú, grandísimo inútil gritó el estanciero , y la vaca floja de tu mujer vivís tranquilamente, sin darme un nieto... ¡Ah, gabacho! Por eso los alemanes acabarán montándose sobre vosotros. Ya ves: ese bandido tiene un hijo, y tú, después de cuatro años de matrimonio... nada.
Manos Duras pareció inquietarse de pronto por un nuevo peligro que presentía cerca de él, y miró ávidamente á un lado y á otro. Pero el miedo al enemigo más inmediato, que era el estanciero, hizo que no pensase mas que en éste, continuando sus disparos.
Habiendo tomado tan favorable giro la plática, el pretendiente instó y apremió a su pretendida para que de una vez lo aceptase como novio... Coca se hizo de rogar bastante... Discutió todavía... ¿Podía estar segura del amor de Vázquez?... ¡Eran tan inconstantes los hombres!... Y razonando así, entretuvo un buen rato al estanciero, como una gatita blanca que juega con un ovillo de seda roja...
Antes de acostarnos le llamé aparte y le dije confidencialmente: «Pepe, el estanciero y la gente que aquí tiene no me inspiran confianza. Toma mi revólver y mi estoque y hazme el favor de vigilarlos mientras yo duermo tres o cuatro horas. Luego despiértame y yo te velaré a ti otras tres o cuatro.» No pueden ustedes figurarse cómo cambió la fisonomía de aquel hombre en un instante.
Como el gaucho iba mejor provisto de armas, siguió disparando tiros durante su fuga, con gran prodigalidad. Sintió el estanciero una nueva indignación al darse cuenta de lo que intentaba Manos Duras contra él. ¡Grandísimo bandido! ¡Ahora tira á matarme mi flete! Y el centauro criollo, diciéndose esto, mostró tanta cólera como al ver en peligro á su hija.
Mira, gabacho decía Madariaga . Todo versos y novelas. ¡Puros embustes!... ¡Aire! El tenía su biblioteca, más importante y gloriosa, y que ocupaba menos lugar. En su escritorio, adornado con carabinas, lazos y monturas chapeadas de plata, un pequeño armario contenía los títulos de propiedad y varios legajos, que el estanciero hojeaba con miradas de orgullo.
Palabra del Dia
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