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Actualizado: 14 de octubre de 2025


No era por la carne. «El hambre no tiene ley, y la carne la ha hecho Dios para que la coman los hombres.» ¡Pero al menos que dejasen la piel!... Y comentaba tanta maldad repitiendo siempre: «Falta de religión y buenas costumbresOtras veces, los merodeadores se llevaban la carne de tres vacas, abandonando las pieles bien á la vista; y el estanciero decía sonriendo: «Así me gusta á la gente: honrada y que no haga mal

Apenas el bandido estuvo de pie, le tiró á traición una cuchillada al vientre, pero aturdido aún por los golpes que le había dado Watson, su ataque fué lento, lo que permitió al estanciero pararla con un revés de su mano izquierda.

La pieza que servía de salón, despacho y comedor, donde don Carlos recibía á sus visitas, estaba adornada con unos cuantos rifles y pieles de pumas cazados en las inmediaciones. El estanciero pasaba gran parte del día fuera de la casa, inspeccionando los corrales de ganado más inmediatos.

De vuelta en casa, hallé sobre mi mesa de luz la amable esquela de un estanciero inglés que me invitaba a otra comida, para la próxima semana.

Al caer la rodaja de metal, se inclinó el oficinista para verla y dijo al estanciero: La suerte está con nosotros. También podemos tomar la pistola que más nos guste. Después los padrinos de Pirovani fueron en busca de éste para colocarlo junto á uno de los bastones escogido por ellos. El marqués y Watson condujeron á su apadrinado al lugar que marcaba el segundo bastón.

Los dos jinetes, que aún no habían desmontado, después de silbarles inútilmente participaron de su inquietud, mirando con ojos hostiles los matorrales de la altura próxima. Nos han descubierto murmuró el estanciero . Mejor: así acabaremos de una vez. El norteamericano, reconociendo la imposibilidad de hacer otra cosa, le siguió ladera abajo hasta donde estaba el caballo.

Su rústica puerta, completamente abierta, mostraba la soledad de su interior. Pero al apartar sus ojos de las ruinas vió á un jinete que se alejaba al galope, llevando sobre el delantero de su silla una especie de envoltorio largo, sostenido por uno de sus brazos, y que se agitaba violentamente lo mismo que una persona. El instinto avisó al estanciero más que sus sentidos. ¡Ah, gaucho ladrón!...

El estanciero don Juan Manuel Rosas, antes de ser hombre público, había hecho de su residencia una especie de asilo para los homicidas, sin que jamás consintiese en su servicio a los ladrones; preferencias que se explicarían fácilmente por su carácter de gaucho propietario, si su conducta posterior no hubiese revelado afinidades que han llenado de espanto el mundo.

Madariaga parecía seguir como una bandera la trenza ondulante de la amazona. Esta, á los nueve años, echaba ya con habilidad su lazo á las reses. Lo que más irritaba al estanciero era que la familia le recordase su vejez. Los consejos de Desnoyers para que permaneciese tranquilo en casa los acogía como insultos.

¡Si estaría segura!... Por eso repuso, mirando hondamente al estanciero: ¿Llegar a quererlo?... Creo que antes me hubiera enamorado de un títere o de un árbol... ¡Puede usted creerme! Había que creerla... ¡Feliz don Mariano!... ¿Conque el capitán Pérez era como un títere o un árbol?... ¡Oh don Mariano, mil veces feliz!

Palabra del Dia

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