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Actualizado: 28 de mayo de 2025
En torno de su vientre se obscurecían las aguas con una nube negra que subía de la profundidad. Las espumas levantadas por las hélices tenían en su hervor manchas de detritus. Un viento a ráfagas, más violento que el del Océano, pasaba sobre esta superficie, levantando un oleaje encontrado que chocaba imponente en los flancos de la nave, sin producir en ella la menor conmoción.
La lancha se fué acercando al costado de la goleta, estuvo sólo un momento junto a ella, y se desasió violentamente del casco del buque perdido y se hundió entre las espumas. Los dos hombres y la mujer desaparecieron de la cubierta. Creímos que la trincadura había desaparecido en el mar. Esperamos con ansiedad, registrando el horizonte con la mirada. Allá estaban; los vimos entre la niebla.
Lo único cierto es que Eulame volvió á Liliput, pero no en una simple barca, como la que le trajo á usted, Gentleman-Montaña. Al otro lado de la gran barrera de rocas y espumas levantada por nuestros dioses quedó, según cuentan los cronistas de aquella época, un buque de proporciones inmensas, un verdadero navío de gigantes.
Pero, con gozo, vino a convencerse de que el ambulario mozo se había sumido de nuevo en la aventura de su vida errante, sin dejar en el camino otra huella que la que deja un ave en el espacio con sus alas, o en el mar una onda con sus espumas.... Tampoco de Andrés había en Rucanto más que remotas nuevas en aquella temporada.
El jardín seguía iluminado por el sol, pero el verde de los árboles, el amarillo del suelo, el azul del espacio, las espumas blancas del río, todo le pareció obscuro y difuso, como si cayese una lluvia de ceniza. Entonces... ¿todo ha terminado entre nosotros? Su voz temblorosa, suplicante, cargada de lágrimas, hizo que ella volviese la cabeza para ocultar su emoción.
Libre ya de este obstáculo, Gillespie volvió á empuñar los remos, avanzando por unas aguas que la marina pigmea rehuía el frecuentar. Puso la proa hacia la barrera de rocas y espumas, obra de los dioses, que limitaba el mundo conocido. Después de una hora de violento ejercicio, Gillespie, cubierto de sudor, necesitó despojarse de la chaqueta.
El agua está allí como desesperada, verde de cólera, sin un momento de reposo, y lanza contra las rocas todas sus furias, todas sus espumas. Los peñascales negros avanzan desafiando el ímpetu de la ola embravecida, y por las hendiduras de las rocas, huellas del combate secular entablado entre el mar y la tierra, penetra el agua y salta a lo lejos en un surtidor blanco y brillante como un cohete.
Comencé a remar despacio, con cuidado, haciendo la menor violencia, para que no saltaran los tapones del bote. Yo miraba a Recalde, y Recalde miraba el agujero enorme del Izarra, que iba haciéndose más grande a medida que nos acercábamos. Veía el terror representado en los ojos de mi compañero. La sima abría ante nosotros su boca llena de espumas.
El atún estaba bien agarrado y tiraba del sólido gancho, deteniendo la barca, haciéndola danzar locamente sobre las olas. El agua parecía hervir; subían a la superficie espumas y burbujas en turbio remolino, cual si en la profundidad se desarrollase una lucha de gigantes, y de pronto la barca, como agarrada por oculta mano, se acostó, invadiendo el agua hasta la mitad de la cubierta.
El Mediterráneo estaba tranquilo, y una brisa tibia y deliciosa rizaba sus menudas olas, cual si millones de ondinas estuviesen peinando y encrespando suavemente la inmensa cabellera del gigante dormido. Las barcas pescadoras vagaban dispersas, pareciendo de léjos como gaviotas errantes rozando apénas las espumas trasparentes y azulosas que el juego de las ondas producía.
Palabra del Dia
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