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Actualizado: 15 de junio de 2025


En verdad, muchas veces dije: esperemos a ver en qué para esta monja, que no es bueno dar fe tan presto a sus virtudes y revelaciones; no tanto porque dudase de ella, cuanto por juzgar que así conviene para mujeres. Pero ahora declaro que la dicha Teresa ha dado a entender ser posible en ellas la perfección evangélica. Y así mesmo doña María, padre Crisóstomo.

Si así no fuese, no me habría tratado de tal modo. ¡Ofrecerme dinero por mediación de ese odioso Le Bris! ¡Y en qué términos, grandes dioses! Si me ve con los mismos ojos que su embajador, si he perdido ya su aprecio, ¿qué será de ? No volverá ya. Viudo o no, está perdido para . Entonces, ¿a qué conduciría?... ¿por pura venganza? Pues bien, sea, ¡me vengaré! Pero esperemos.

¡Esperemos!... Pero entre tanto pretendiente que anda tras de ti desde hace un año, hay muchos simpáticos, amables, y es verdaderamente extraño que ninguno de ellos...

Es posible que después de separarse Zorraquín, no haya tenido ese señor medio seguro para enviar a Madrid sus cartas, que antes venían por conducto de aquel dignísimo sacerdote. Esperemos. Cordero dio un suspiro, diciendo: Tranquilizaré como pueda a la señora de mi amigo. Y ya que estoy aquí no quiero marcharme sin advertir a usted de ciertos rumores.... ¡Ah!

¿Medios infalibles? repitió el intendente sumido más que nunca en sus temores. Ciertamente. ¿Y si viniera con los representantes de la justicia? Los representantes de la justicia no tienen nada que hacer aquí, y, por otra parte, no encontrarían a Elena. No esperemos el coche que ha de venir de la ciudad. Haced enganchar el nuestro, y partiréis con la loca.

Dios me lo ponía delante; le vi de espaldas y corrí; mas cuando estaba junto a él y antes que me viera, pensé que no era prudente precipitar un hecho que debía tener justificación completa. Procurando serenarme, dije para : Tengo la seguridad de sorprenderle dentro de la casa. Entretanto, esperemos.

¡Perdonar! veré si perdono dijo Quevedo adelantando, meditabundo, en la habitación donde le habían dejado encerrado ; ¡esperar! ... tal vez... espero... espero... he entrado con buena suerte en Madrid... y vamos... ... yo no creía... me ha puesto de buen humor esta pobre condesa, y he encontrado á ese noble joven por quien únicamente vengo á Madrid. ¡Casualidades! una mujer que puede servirme, un joven á quien tengo el deber de servir, y una carta que no lo que contiene, pero que veré leer; y ver leer, cuando se sabe ver, es lo mismo que leer ó mejor... ¡pues bien, mejor! y la tapada que ha acompañado ese valiente Juan... y las estocadas de ese caballero con don Rodrigo Calderón... ¡enredo! ¡enredo! ¡y del enredo dos cabos cogidos! esta misma espera me ayuda; esperemos, pero esperemos pensando.

Esperemos que suceda lo propio a mis compatriotas aficionados a libros, a fin de que compren y lean éstos sobre los que ahora voy discurriendo. Otro peligro hay, contra el cual no veo reparo ni cautela que esté de sobra.

No muy lejos del tocador, una silla forrada de reps, sobre la cual descansaban hacinadas varias prendas de vestir, masculinas. Hasta el instante de dar comienzo esta verídica historia, nada más se veía. Esperemos. Suenan por la parte de afuera algunos ruidos matinales que dejan presumir el sitio en que nos hallamos.

Petra no se fiaba de la piedad repentina de la Regenta. «¡Más de una hora de confesión! La carita como iluminada al levantarse con la absolución encima... y ahora este paseo por los campos... y reír... y permitirle ciertas libertades.... No me fío; esperemos». La doncella de Ana era amiga de llegar en sus cálculos y fantasías a las últimas consecuencias.

Palabra del Dia

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