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Actualizado: 30 de abril de 2025


La vieja prorrumpió en lamentos. ¡Lo que ella había dicho! ¡La sangre corrompía; el maldito susto que no había querido salir y ahora, con la muerte, se le esparcía por todo el cuerpo! Y se abalanzaba sobre la agonizante, besándola con una avidez loca, como si la mordiese para volverla a la vida. ¡Se ha muerto, don Fernando! ¿No le ve su mersé? Se ha muerto... Salvatierra hizo callar a la vieja.

Dormía una noche tranquilamente el padre Antolín y despertó sobresaltado sintiendo una mano fría que se posaba en su frente. Un cerillo encendido bajo una imagen de la Virgen Protectora de Cautivos esparcía, en la celda, débiles y misteriosos reflejos. A la cabecera de la cama, y en una silla de vaqueta estaba sentado fray Venancio.

La cúspide de su cráneo estaba completamente despoblada. En cambio había suprimido su bigote, rasurándolo por el motivo de tener con más abundancia las canas que los pelos obscuros. Esta transformación le había dado, según él, cierto aspecto de clérigo ó de actor, pero al mismo tiempo esparcía por su rostro cierta frescura juvenil.

En los viajes anteriores, la vista de la gigantesca Virgen dorada, que brilla como una lanza de fuego en lo alto de Nuestra Señora de la Guardia, esparcía el regocijo sobre el puente del buque. ¡Marsella, Tòni! decía el capitán alegremente . Te convido á una bouillabaisse en casa de Pascal.

En esta lucha casi reciente, cuyo triunfo saborean envalentonadas las gentes religiosas, y que esparcía en torno del enérgico jesuíta un prestigio de caudillo invencible, había roto doña Cristina los últimos restos de la intimidad puramente amistosa que aún existía entra ella y su marido.

Muchos relatos, allá en la torre solariega, le habían hecho saber lo que era el peligro de la rabia y el pavor que esparcía por los pueblos y campiñas aquel hocico agazapado que iba sembrando el furor y la muerte.

Diógenes no se dio cuenta de haber recibido la extremaunción, y tranquilo en parte por la respuesta del fondista comenzaron a abrirse paso otros pensamientos entre las espesas nieblas que envolvían su mente... Mas un sopor pesadísimo, un letargo profundo, que tenía ya dejos de la muerte, avasallaba a veces todo su ser y esparcía acá y allá aquellas ideas que se afanaba por coordinar, apareciendo estas entonces como imperceptibles puntos luminosos flotando en una inmensa bruma, alejándose lentamente, apagándose poco a poco todos ellos hasta quedar uno solo, que ora se le presentaba desconsolador como la candela de la agonía, ora triste como el cirio que arde ante un muerto, ora terrible como un resplandor de las llamas del infierno: ¡era la idea de morir, acompañada y rodeada de la incertidumbre de lo eterno!...

Cerca de la proa se produjo una columna de humo, de gases en expansión, de vapores amarillentos y fulminantes, subiendo por su centro en forma de abanico un chorro de objetos negros, maderas rotas, pedazos de plancha metálica, cuerdas inflamadas que se disolvían en ceniza. Ulises ya no dudó. Acababan de recibir un torpedazo. Su mirada ansiosa se esparcía sobre las aguas.

¡Oh! ¡Ese olor de fenol, ese vapor dulzón, repugnante! Me daba el vértigo, ponía como un velo sobre mis pensamientos y esparcía un presentimiento de muerte y de espanto. El anciano doctor llegó; me miró a la cara y me ordenó, con ese tono a la vez paternal y brusco que le era habitual, que saliera en el acto a respirar aire fresco: él mismo cuidaría a la enferma hasta mi regreso.

Y los crédulos, con la viveza imaginativa de su raza, aderezaban la noticia, adornándola con toda clase de detalles. Una confianza ciega se esparcía por los grupos. No iba a correr más sangre que la de la gente rica. Los soldados estaban con ellos; los oficiales también estaban al lado de la revolución. Hasta la guardia civil, tan odiada por los braceros, merecía su simpatía momentáneamente.

Palabra del Dia

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