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Ambas luces tenían pantallas verdes, con añadidura de raso del mismo color, al modo de faldones que caían por una sola parte de las dos circunferencias. La claridad se esparcía por la mesa, y el resto de la habitación estaba en penumbra manchada, con verdosa pátina de tapiz viejo.

Sentía una angustia deliciosa; suspiraba sin apartar el rostro de la almohada para no romper la alegría que la inundaba. Se iba aletargando lentamente. Sus miembros empezaban a dormir, privados de movimiento. Una niebla se esparcía por su mente, borrando y confundiendo las imágenes. Pero su corazón latía siempre con violencia, como si toda la vida se hubiera refugiado en él.

Y los mozos, arremangados, inclinábanse sobre el vientre abierto de la bestia, que esparcía en torno regueros de sangre y de orín, pugnando por introducir a puñados en el trágico desgarrón las pesadas entrañas que colgaban fuera de él. Otro sostenía las riendas del caído animal y apretaba contra el suelo la triste cabeza poniendo un pie sobre ella.

Gonzalo arrojó también lejos de la rodela que llevaba colgada del cinto. El cielo, todo entoldado, de nubes transparentes, esparcía sobre la callada ciudad una lumbre misteriosa de amanecer. Hacia el naciente, nacarada aureola rodeaba la escondida perla del plenilunio. Los aceros se cruzaron. Gonzalo paraba los golpes con maestría, acechando el instante.

Una claridad gris se esparcía en la habitación. Algunos heridos, en la sala contigua, empezaban a sentir el delirio de la fiebre y se les oía llamar a sus mujeres y a sus hijos. Poco después, un rumor de voces, un ruido de idas y venidas, rompieron el silencio de la noche. Catalina y Luisa se despertaron y vieron a Juan Claudio, sentado cerca de la ventana, que las miraba con ternura.

Siéntate dijo ella ; van á servirnos. Y como el príncipe mirase en torno, sin ver ninguna silla, Alicia le dió ejemplo dejándose caer en un montón de cojines. Miguel se sentó de igual modo junto á una mesilla de nácar del tamaño de un taburete. Sobre ella, una lámpara de pantalla obscura esparcía su redondel de luz suave.

Pero, apenas hube pronunciado el nombre de Pütz, saltó de su silla y tiró la pipa contra la estufa, donde se rompió mientras el tabaco se esparcía en chispas. ¡Y si le hubieran visto ustedes la cara! Les habría dado miedo. Morada, hinchada, como si le fuera a dar un ataque.

Hasta el violín y arpista italianos habían emprendido con furor una mazurka que las parejas bailaban levantando extremadamente los pies, dando furiosas patadas en la hierba. La luz se iba huyendo del cuadro; pero al huirse suavizaba los tonos, esparcía sobre él un encanto misterioso, poético, que traía al recuerdo los dichosos rincones de la Arcadia antigua.

Por entre los trigos corría un perro de caza del cual se divisaba solamente su cola, agitada con movimiento vertiginoso; alguna vez aparecía su cabecita de color canela. El sol moribundo, con resplandores rojizos, esparcía sus rayos oblicuos por las eras. El Guadarrama sin relieve alguno parecía una larga mancha violácea pintada con difumino sobre un fondo lechoso.

Una luz clara esparcía sus rayos, y las avenidas hormigueaban de niños alegres, primavera de carne en aquella estación atrasada. Las hojas secas cubrían de manchas amarillas y oscuras la arena de los caminos.