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Actualizado: 30 de abril de 2025


El humo se esparcía delante del paisaje ocultándolo por momentos. El sol moría a lo lejos entre resplandores carmesíes. Una dulce serenidad se desprendía del cielo pálido. Reynoso dejó el rincón y puso su rostro enardecido al golpe violento de la brisa que se iba haciendo más fresca según se aproximaban a la sierra.

El azahar como olorosa nieve, cubría los huertos y esparcía su perfume por los callejones de la ciudad. Al respirar se mascaban flores. Rafael no podía dormir.

¡Cuánto sueño de gloria! ¡Cuánta esperanza despiertan en mi mente los acordes de la guitarra! La luna se esparcia sobre la playa, el mar, dormido, con su blando arrullo la acariciaba, y léjos, de la brisa vagando en alas, se escuchaban los sones misteriosos de la guitarra.

Las mil agujas de la lluvia se le clavaron en las mejillas y convertidas en lágrimas las bañaron completamente. Por algunos minutos gozó con voluptuosidad de aquel frío, apeteciendo que le penetrase en el cerebro y sosegase su desordenada actividad. La noche no era tenebrosa. A pesar del espeso toldo de nubes, la luz de la luna conseguía cernirse y esparcía una débil y triste claridad.

Al volver Pepita la vista tierra adentro, contemplaba, avanzando sobre la ría, un pedazo de Londres bañado por un sol meridional; todo aquel pueblo de cobertizos fabriles é innumerables chimeneas sobre el que pesaba el poderío de Sánchez Morueta y que esparcía en el espacio sus torbellinos de humo sonrosado por la luz de la tarde. Bilbao estaba invisible.

Una atmósfera nueva se esparcía por las entrañas del buque. Respiraban los pechos otro aire, provocador de inexplicables suspiros. Los que hasta entonces habían dormitado tranquilamente, arrullados por las ondulaciones del Océano, se revolverían en adelante inquietos durante las noches tranquilas y estrelladas, no pudiendo conciliar el sueño.

En seguida me sentí levantada, suspendida entre sus brazos. Me parecía que me habían abierto las venas: creí, en ese instante de abandono y de embriaguez, que mi sangre ardiente se esparcía sobre hasta la última gota. Sentía en mi cara el calor de su aliento. Por un instante tuve la impresión de que había rozado mi frente con un ligero beso. Después regresamos en silencio a la casa.

Una agitación extraordinaria reinaba en toda la línea de los Vosgos; el rumor de la invasión próxima se esparcía de aldea en aldea hasta llegar a las granjas y casas forestales del Hengst y del Nideck.

Y la jota esparcía por todo su ser tristeza infinita, pero que al propio tiempo era tristeza consoladora, bálsamo que se extendía suavemente untado por una mano celestial. «Debí darle la peseta» pensó, y esta idea le produjo un remordimiento indecible.

Oyó pisadas en la toldilla. Una silueta avanzaba titubeante, explorando los rincones. Era Maltrana, que al reconocerlo se dirigió hacia él, lamentando su desaparición... ¿Qué hacía allí? ¿Por qué no estaba abajo?... Y acompañaba sus palabras con grandes risas y cariñosos palmoteos. Fernando vio en sus ojos el brillo de una extraordinaria agitación. Al hablar esparcía su boca un vaho alcohólico.

Palabra del Dia

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