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Actualizado: 13 de junio de 2025


Era el momento de salir la expedición sobre Tucumán; las divisiones empiezan a desfilar una en pos de otra; en la plaza están los troperos cargando los bagajes; una mula se espanta y se entra al templo de Santa Ana.

Al pasar junto á dos comadres que charlaban en una esquina, oyó las siguientes palabras: Os digo que la he visto; yo misma con estos ojos que se ha de comer la tierra: es la comedianta Dorotea; pero se ha quedado que espanta; está que da compasión verla: los ojos hundidos, que le cabe un puño en cada uno; la boca torcida... ¡ella, que era tan hermosa!... dicen que ha muerto de repente.

El sol es blanco y frío, las flores no tienen fuerza para abrirse y no se oyen en el campo más que pajarillos piando en los breñales. ¡Antes había un aire tan dulce, tan agradable cuando empezaba a caer la tarde y me gustaba tanto cuando agitaba mis cabellos! Ahora son brisas que lo secan todo y me espanta el ruido que hacen cuando rechinan en las ramas muertas.

Estamos pasando el tiempo, don Juan... estamos haciendo esperar á sus majestades. Un solo momento; leed, y después decidme si os queréis casar conmigo. Y sacó de su ropilla los papeles; buscó la carta del duque y la dió á doña Clara. Esta la leyó. Me caso con vos dijo, devolviéndosela. Pero esto es cruel... vuestra decisión me espanta.

En cuanto á su pudor, no hay palabras para encarecerlo: raya en absoluto; se espanta como la liebre, ó se defiende á bofetadas y á coces..... ¡Qué Lucrecia, ni qué ocho cuartos! ¡Más fácil le fuera á Lovelace ó á Tenorio sujetar el azogue entre sus dedos que cautivar el albedrío ó la cintura de una de estas vírgenes refajonas!

El avaro acumula tesoros temiendo la pobreza; y en medio de sus riquezas sufre los rigores de esa misma pobreza que tanto le espanta: él se condena á mismo á todos ellos, con su alimento limitado y grosero, su traje sucio y raido, su habitacion pequeña, incómoda y desaseada.

Pues, ¡por Dios que han de ver esos señores que acá los envían si soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y, pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad desta campaña les daré a conocer quién es don Quijote de la Mancha, a despecho y pesar de los encantadores que a los envían.

¡Oh! no sabes lo que quieres, y el estado en que te encuentras me espanta... ¿para qué te has engalanado de ese modo? ¿para qué te has puesto tan hermosa como un ángel?... ¡pobre niña! tu alma, tu corazón, tu vida, es ese hombre, ese hombre que no puede hacerte feliz; el solo hombre á quien has amado; ¡terrible Dios, que has dado al hombre amor y caridad, sangre y lágrimas, y no le has dado poder!... ¡mañana me pedirás cuenta de lo que yo haya destruído, arrastrado por mi desesperación, y no tendrás en cuenta mi amor hacia esta infeliz, mi rabia al ver que nada puede servirla, mi dolor al mirarla anonadada, muerta, apurando la hiel más amarga que has destinado para probar á las criaturas! ¡oh! ¡yo estoy loco! ¡mi cabeza se rompe! ¡mi corazón revienta! ¡Maldito sea ese hombre! ¡maldito! ¡maldito!

Me espanta descender con precipitación del único pedestal que me sostiene. ¿Qué será de cuando sea yo vieja y fea? ¿Qué me quedará de respetable y de digno y de simpático cuando vengan la vejez y las enfermedades y poco a poco me vayan destruyendo y matando?

El judío, que estaba arrodillado, se levantó como si le hubiese picado una víbora. ¡Por la cintura de los majos! Eso es imposible! Los cabellos se me erizan nada más de pensarlo. ¡Infame judío! ¿Crees que quiero que me regales tus mercancías? Toma, aquí tienes oro para comprarte tus almacenes, a ti y a tu rabino. ¡Dios del cielo! guarda tu oro, porque me espanta.

Palabra del Dia

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