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Actualizado: 13 de junio de 2025
Debo de estar enferma.... Me asusta el mundo..., el teatro me horroriza..., el galanteo me espanta.... Quiero paz..., quiero sueño..., quiero honradez...; no vivir de farsa... y tener pan que no deba a mi cuerpo alquilado a un desconocido..., a no sé ahora quién. Tuya, sí. De los demás, no. ¿Quieres?
29 ¿Si entenderá también los extendimientos de las nubes, y los bramidos de su tienda? 30 He aquí que sobre él sobre extiende su luz, y cubrió las raíces del mar. 31 Con ellas castiga a los pueblos, y da comida a la multitud. 1 A esto también se espanta mi corazón, y salta de su lugar. 2 Oíd atentamente su voz terrible, y la palabra que sale de su boca.
Cómo me espanta ese matrimonio en que ninguno de los dos se conoce murmuré estremeciéndome... No hablemos de matrimonios exclamó el cura. Estamos en el celibato, hablemos de él... No tenemos más que transportar a las solteronas las cualidades de bondad que admiramos en la mujer casada, para darnos cuenta si está o no en su vocación.
Conozco la autoridad despótica que ese bribón ejerce sobre la desgraciada mujer. La fascina, la aturde, la espanta. Me la escamoteó en mis barbas, en San Francisco, con una destreza prodigiosa. Es hombre para encontrar un medio de alejarla y, después, ¡échala un galgo!
Estando Capitana y Almiranta Entrambas al traves, sale la gente A tierra, dó se aloja alegre y planta Haciendo sus chozuelas prestamente. El Zapicano ejército se espanta, De ver tantos cristianos de presente, Y acuden con gran copia de venados, Avestruces y sábalos, dorados.
Tinta y papel. Llegadme aquí una silla. Sacan un bufete y recado de escribir, y siéntase el REY a escribir. CONDE. Aquí está todo junto. SANCHO. Su gran valor espanta y maravilla. Al Rey hablé, Pelayo. PELAYO. El es hombre de bien, ¡voto a mi sayo! SANCHO. ¿Qué entrañas hay crueles Para el pobre? PELAYO. Los reyes castellanos Deben de ser ángeles. SANCHO. ¿Vestidos no los ves como hombres llanos?
No es ya la mirada, sino la imaginación la que se espanta al pensar en lo que la montaña era entonces y en lo que le han robado nieves, hielos, lluvias y tormentas durante la serie de los tiempos. ¡Qué infinita historia, qué innumerables vicisitudes en la sucesión de las plantas, de los animales y de los hombres, desde que los montes cambiaron de forma y perdieron la mitad de su elevación!
Mira hacia arriba, y le espanta el camino que aun falta; mira hacia abajo, y le asusta el espectáculo del combate. Y mientras el trabajo recorre el áspero camino paso a paso, ya animoso, ya desfallecido, hay afortunado que, de un golpe de ala, llega a la cima, y desde lo alto ríe desdeñosamente de aquel que pretende subir arrastrándose como la culebra, y le apostrofa y le insulta.
Leila le absorbe, Leila le abarca en el encanto de su mirada, Leila le expresa cuantas fragancias, cuantas ternuras enamoradas, las almas sienten que se embriagan en el misterio que amor se llama. Dura un momento la vision mágica, la onda en que flota léjos la arrastra, y Ataide dice con voz que espanta: ¡Hay vida triste! ¡Corriente amarga!
¡Tomaos con mi padre! -dijo el dicho ventero-. ¡Mirad de qué se espanta: de detener una rueda de molino! Por Dios, ahora había vuestra merced de leer lo que hizo Felixmarte de Hircania, que de un revés solo partió cinco gigantes por la cintura, como si fueran hechos de habas, como los frailecicos que hacen los niños.
Palabra del Dia
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