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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Hacía su tocado en la forma sumaria que conocemos ya; correteaba por plazas, caminos y callejuelas; se metía con las señoritas que llevaban alguna moda desusada, remiraba escaparates, curioseaba ventaneros amoríos, y se acostaba rendida y sin un pensamiento malo. Ahora... ¿quién le dijo a ella que el aseo y compostura que gastaba no eran suficientes? ¡Vaya usted a saber!

Por primera vez se dio cuenta exacta de la soledad en que vivía. ¿Era posible continuar esta existencia de eremita? ¿Y cuando le sorprendiese la enfermedad? ¿Y cuando llegase la vejez?... A aquellas horas comenzaban las ciudades una nueva vida bajo los blancos resplandores de su alumbrado eléctrico; cortábase la circulación en las calles con la aglomeración de los coches; brillaban los escaparates, abríanse los teatros, sonaban las aceras bajo el gracioso taconeo de mujeres hermosas.

Este continuo ir y venir acabó por interesar á los comerciantes de la calle y á sus dependientas, muchachas de alto y complicado moño que parecen soñar detrás de los escaparates, esperando un millonario que las saque de su injusta obscuridad. «¡El príncipe LubimoffTodos le conocían, y era tal su fama, que inmediatamente cien ojos buscaron cuál podía ser el objeto de sus paseos.

Allí la calle se convierte en plaza, la acera en calle; la multitud en torrente que se precipita con cierto relativo silencio por entre dos paredes de cristal, formadas por los escaparates inmensos de las tiendas atestadas de cuanto puede dar de la industria humana para transformar lo superfluo en necesario, lo elegante en fastuoso, lo precioso en maravilla, la vida en fiebre de vanidades locas y concupiscencias monstruosas.

Y aquella tarde vendió a otros del oficio, por la mitad de precio, cuanto había en los escaparates, y la botica quedó limpia sin necesidad de escoba. Cuando al día siguiente fué Carapulcra en busca del compañero para dar principio al balance, se encontró con que el pájaro había volado, y por única existencia la garrafa de los peces.

El más pequeño lamía el cristal con éxtasis delicioso, con los ojos cerrados. Esa se llama pitisa dijo uno en tono dogmático. ¡Ay qué farol!; si eso es un pionono, si sabré yo.... También aquella escena enterneció a la Regenta. Siempre sentía apretada la garganta y lágrimas en los ojos cuando veía a los niños pobres admirar los dulces o los juguetes de los escaparates.

Hasta había recobrado de su padre, por intercesión de don Pablo, el cuchillo regalado por Febrer, y contaba con la promesa de una pistola moderna presente del capitán: una de aquellas armas milagrosas que había admirado en Palma en los escaparates del Borne. Apenas se efectuase el casamiento de Margalida, saldría en busca de novia por el cuartón, llevando en la faja estos dos nobles acompañantes.

En los pisos bajos estaban los establecimientos de Gallarta, tabernas en su mayor parte. Algunas ventanas con vidrios empañados servían de escaparates, exhibiendo zapatos ó quincalla oxidada y vieja, restos de saldos de la villa, enviados á las minas donde todo se compra sin protesta malo y caro.

En el centro del Tabernáculo, sobre una mesa redonda, mostrábanse formadas en círculo todas las botellas de la casa, desde el vino, casi fabuloso, viejo de un siglo, que se vende a treinta francos para las fiestas tormentosas de archiduques, grandes-duques y famosas cocottes, hasta el Jerez popular que envejece tristemente en los escaparates de las tiendas de comestibles y ayuda al pobre en sus enfermedades.

Si no aparece cada poco tiempo un libro nuevo en los escaparates de los libreros, pensamos con terror que se nos va a olvidar, sin prever que ése es el medio más seguro para ello; porque ese público cuya atención anhelamos cautivar a toda costa es un Saturno que devora nuestros pobres libros sin digerirlos: es igual que le den a mascar carne de dioses o piedras berroqueñas.

Palabra del Dia

hociquea

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