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No habría nada que decir por ese movimiento general en pro de la moralidad social, si tal actitud de la opinión pública no tomara el sesgo equivocado y tendencioso que le quieren dar ciertos elementos, que, de todo tiempo, han sido una rémora para la instrucción del pueblo filipino.

No lo abráis; ocultadlo entre las ropas; que no se os separe ni un instante. Ya veis que tengo tanta confianza en vos como si fuerais mi mujer... ¡Qué emocionada estáis! Calmaos, querida amiga, os habéis equivocado respecto a mis intenciones. Trémula y casi desfallecida de alegría, Marta escondió el sobre en su seno.

A eso se llama contestar categóricamente. Pero, ¡vamos! ¿no amas a otro? Mi pecho no alberga otro amor que el de usted, tío respondió la joven suspirando. Antoñita, eso no basta. Dentro de un mes o dos yo voy a dejar de existir, y si sólo me amas a no quedará nadie que te ame. ¡Oh! tío de mi alma, espero que se habrá usted equivocado.

Gillespie sonrió, satisfecho de no estar solo en esta tierra misteriosa. No se había equivocado: eran ratas ú otros roedores del bosque de arbustos. De nuevo empezaba á adormecerse, cuando un zumbido, que parecía sofocado voluntariamente, pasó varias veces sobre su rostro. Al mismo tiempo le abanicó las mejillas cierta brisa dulce, semejante á la que levantan unas alas agitándose con suavidad.

Sucumbiría en la empresa con la seguridad de no haberse equivocado; y como los oprimidos infunden compasión y los engañados risa, quería más ser objeto de piedad que de ridículo .

Lubimoff no puede contener su extrañeza. «¿Aquí?...» Ve un túmulo de tierra sin adorno alguno, sin nada que lo diferencie de los otros, y que no le infunde ninguna emoción. Mira con inquietud á su acompañante. ¿No se habrá equivocado?... ¿No estarán ante la sepultura de un pobre militar muerto de sus heridas?

A lo que contesté: te has equivocado, el primero eres . Al ver aquel entusiasmo y aquella originalidad, todos los asistentes habían reconocido al famoso Caffarelli, que, a propuesta de Farinelli, había sido llamado a Madrid para cantar en el teatro italiano, con una pensión de cincuenta mil ducados de renta.

Miraba el retrato. Conozco a esa mujer afirmé en seco. Don Guillen no se conturbó. Está usted equivocado dijo . Será otra fisonomía semejante la que usted conoce. A esa mujer no la puede conocer usted. Ya le dije que es mi hermana y que no existe y subrayó la palabra hermana y el verbo existir.

Por ejemplo, narrando la historia de Mucio Scévola, yo terminaba así: Quemó su mano derecha para castigarla por haberse equivocado, lo que prueba que no era sino un imbécil. El cura que un momento antes me escuchaba con aire complacido, se estremecía de indignación: ¡Un imbécil, señorita! ¿y porqué?

Bien pudo usted haberse equivocado dijo el inválido. ¡Es tan fácil! exclamó D.ª Eloisa. La he visto como les veo a ustedes ahora, a tres pasos de distancia. Venía yo de hablar con el sacristán para la cuestión del aniversario de mi señor padre, cuando al embocar la calle del Cuadrante veo al P. Gil con una señora que me pareció forastera.