Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 2 de junio de 2025


Sus trabajos ordinarios consisten en la fabricacion de encajes. Eran las cinco de la tarde cuando entramos á la iglesia principal, con la curiosidad de ver reunidas á las beguinas al cantar las vísperas.

Pero no me dijo de qué modo; ¡no me lo ha dicho nunca! ni yo he podido adivinarlo; pero continuemos. El tío me llevó al convento de las Descalzas Reales, tocó al torno, y dijo: Madre tornera, tened la bondad de decir á Dorotea que aquí estoy yo con otro caballero. Entramos en el locutorio. Vos tardásteis.

¿Qué quieres? me añadió de allí a un rato; nadie quiere creer sino en la experiencia: todos entramos buenos en el mundo, y todo andaría bien si nos buscáramos los de una edad; pero nuestro amor propio nos pierde: a los veinte años queremos encontrar amigos y amantes en las personas de treinta, es decir, en las que han llevado el chasco antes que nosotros, y en los que ya no creen: como es natural, le llevamos entonces nosotros y se lo pegamos luego a los que vienen detrás.

CAP. IV. Como entramos Por la Tierra. Otro dia adelante, el Governador acordò de entrar por la Tierra, por descubrirla, i vèr lo que en ella havia. Fuimonos con èl, el Comisario, i el Veedor, i Yo, con quarenta Hombres, i entre ellos seis de Caballo, de los quales poco nos podiamos aprovechar. Llevamos la via del Norte; hasta que

Vadeado el río Quiapo que se encuentra á continuación de Lagnas y cuyo vado generalmente está seco entramos en la jurisdicción del rico y poblado barrio de Maasim, por cuyas tierras corre el río de su nombre. El barrio de Maasim está llamado á ser pueblo en un plazo no muy largo.

Por eso te la he dado a ti... Es cortesía de obligación, sin contar con el cariño... Ya lo ves, frente por frente de mi cuarto. ¿Te enteras? Pues jala para dentro. Y entramos.

Empujamos la puerta, pasamos al jardín y entramos por un patio a cuyos lados había dos perros de piedra. Subimos por la antigua escalera, hasta llegar a un salón con cierto aire entre abandonado y señorial, un cuarto sin luz, húmedo y frío. El capitán Sandow era un viejo flaco y cetrino, con barba blanca; su hija, una muchacha delgada y muy pálida, con el pelo negro y los ojos azules.

Por lo que vine a entender, había ido a dar la voz de «visita» para que se tapasen las operarías, que, por razón del calor, habían descubierto alguna parte no visible de su cuerpo. Cuando entramos, aún pude notar que algunas se abotonaban apresuradamente la chambra o ponían un alfiler al pañuelo que llevaban a la garganta. El cuadro que se desplegó ante mi vista me impresionó y me produjo temor.

Entramos en el primer salon del establecimiento y nos sentamos cerca de una mesa de mármol, limpia y lustrosa, sin manteles ni servilletas. En la targeta que nos dieron á la entrada, están notados todos los artículos disponibles en el establecimiento, con el precio de cada uno al márgen. La servilleta es el primero de aquellos artículos, y cuesta un sueldo por cada comida.

Después de un modesto reconocimiento del billete y del sello y la rúbrica y la contraseña, entramos en una salita que no tenía más defecto que estar las paredes demasiado cerca unas de otras; pero ello es más preciso tener máscaras que salas donde colocarlas.

Palabra del Dia

lanterna

Otros Mirando