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Actualizado: 15 de mayo de 2025


El instinto que impele a los amotinados a ponerse a las órdenes de alguien, aconsejó a las operarias del taller de cigarrillos arrimarse a Amparo buscando el calor de su tribunicia frase. Halláronse chasqueadas: Amparo no dio fuego.

Los convidados se daban al codo sonriendo, pronunciando entre dientes algún «¡bravo!, ¡muy bien!», al oír que las operarias republicanas de la Fábrica ofrecían aquel ramo a la Asamblea de la Unión del Norte y al Círculo Rojo en prueba de que... y para manifestar cuanto... y como testimonio de que los corazones que latían..., etc.

Si bien en los desvanes se siente mucho el calor, la cantidad relativamente escasa de operarias reunidas allí evitaba que la atmósfera se viciase, como en las salas de abajo. Asimismo la labor es más delicada y limpia, los colores más gratos, y hasta parece que la claridad del sol entra más alegre a bañar los muros.

Todas las mañanas, en efecto, al entrar las operarias en los talleres, al encontrarse en el camino, solían, urbanas y rurales, invectivarse ásperamente y dirigirse homéricos insultos, ni más ni menos que si fuesen las avanzadillas de los dos partidos enemigos que presto iban a encender la guerra civil. ¡Vaya, que es buen madrugar de Dios, hijas! ¿Venides a caballo del Sol?

Abajo, la mayor parte de las operarias eran madres de familia, que acuden a ganar el pan de sus hijos, agobiadas de trabajo, rebujadas en un mantón, indiferentes a la compostura, pensando en las criaturitas, que quedaron confiadas al cuidado de una vecina; en el recién, que llorará por mamar, mientras a la madre la revientan los pechos de leche.... Arriba florecen todavía las ilusiones de los primeros años y las inocentes coqueterías que cuestan poco dinero y revelan la sangre moza y la natural pretensión de hermosearse.

Cada vez más fría la estación invernal y más calientes las noticias que de allá fuera vienen a conmover la Fábrica. Por de pronto, no quedaron estériles las disposiciones marciales demostradas el día del motín, y al siguiente cobraron las operarias sus haberes a tocateja. No era cosa de provocar el enojo del pueblo en el estado actual de España, que parecía ya la casa de Tócame Roque.

El adolescente que por vez primera huella las aulas experimenta algo parecido a lo que sentía Amparo. Pudo tanto en ella este temor religioso, que apenas vio quién la recibía, ni quién la llevaba a su puesto en el taller. Casi temblaba al sentarse en la silla que le adjudicaron. En derredor suyo, las operarias alzaban la cabeza, ojos curiosos y benévolos se fijaban en la novicia.

Con esto, en vez de pasear todo el día por las calles con sus amigos, o ir a la puerta de Jerez a echar flores a las cigarreras, o a esperar por la tarde la vuelta de las operarias de la Cartuja, le gusta quedarse en casa cuando Fernanda va a pasar la tarde con su hermana y visitar con frecuencia la casa del padre de aquélla, que era maestro tornero en bronce y marfil. ¿Y todo para qué?

De esta entrevista quedaron reconciliados la pitillera y el picador, que la acompañó algunas veces por la cuesta de San Hilario abajo, sin renovar sus pretensiones amorosas. El Carnaval de las cigarreras Unos días antes de Carnavales se anuncia en la Fábrica la llegada del tiempo loco por bromas de buen género que se dan entre las operarias.

Revoloteaban las moscas con porfiado zumbido, y ya se unían en el aire y caían rápidamente sobre la labor o las manos de las operarias, ya se prendían las patas en la goma del tarrillo, pugnando en balde por alzar el vuelo. Andaban esparcidos por las mesas, y mezclados con el tabaco, pedazos de borona, tajadas de bacalao crudo, cebollas, sardinas arenques.

Palabra del Dia

hociquea

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