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Actualizado: 2 de junio de 2025


Después de mucho tiempo y no pequeños esfuerzos, entramos al obscurecer en una ensenadita árida y silenciosa, animada solamente por el vuelo circular de algunas aves. En cuanto de la playa alcanzaba la vista, erguíanse altas rocas escarpadas, intrincados laberintos de arbustos verdes, de un verde obscuro y hojas perennes.

He aquí el campo Quemado y la miserable cueva en cuyo umbral dos niños llenos de harapos se revuelcan en el polvo como perrillos alegres. Entramos. Un olor fétido y sofocante se nos coge a la garganta y me basta una mirada para convencerme de que a la enferma le quedan pocas horas de vida.

Entramos en el Museo de pinturas. Despues de atravesar algunas galerías, en donde hay más riqueza de arquitectura, en donde el edificio es mucho más notable que el Museo, penetramos en la sala de preferencia. En esta rica sala se custodian todas las obras más estimadas que el Louvre posee de los grandes maestros.

Envió á Alí Portu con 15 galeras por guardia del Archipiélago. En viniéndole la orden, se partió para Constantinopla, donde entramos á los 27 de septiembre. Entró la Real delante, con todas las galeras de fanal en su hilera, con muchas banderas y estandartes arbolados, arrastrando los nuestros como solían. Tras éstas venían todas las galeras de la presa.

Llegamos cerca de la Aduana, y don Ciriaco se detuvo delante de una casa grande, con miradores. Aquí es dijo. Entramos en un portal altísimo, enlosado de mármol. Lo cruzamos. Llamó el capitán; un criado abrió la cancela y nos pasó a un patio con el suelo también de mármol, el techo encristalado y las galerías con arcadas.

Entramos en la posada todos tres juntos ya anochecido; mandamos aderezar la cena era viernes ; y entre tanto, el ermitaño dijo: "Entretengámonos un rato, que la ociosidad es madre de los vicios; juguemos Avemarias"; y dejó caer de la manga el descuadernado. Dióme a gran risa ver aquello, considerando en las cuentas.

Pero, para no interrumpir la narración, prosigo por orden. Mi padre no se apartó del cadáver hasta que los enterradores terminaron con la poco noble y decorosa inhumación terrena. Volvimos al Pazo. Mi padre me traía de la mano y gimoteaba como una criatura. Entramos en lo que había sido capilla ardiente. La carta póstuma del conde yacía por tierra.

Vista su obstinacion avanzamos, con los Cários, el pueblo, por dos partes: nos mataron los Maigenos doce cristianos y algunos Cários, que nos sirvieron muy bien: pero prosiguiendo con mayor esfuerzo, le entramos por fuerza, y los Maigenos le pusieron fuego y huyeron: esto causó la destruccion de muchos, que pagaron con la vida la culpa de sus compañeros.

¿Qué es esto? dijo el sargento tropezando en un objeto un candelero de plata con una bujía. Y una linterna de hierro. Las acaban de apagar. Cuando entramos había aquí una dama y un caballero. Dejad eso donde lo hemos encontrado y adelante. En palacio y en la inquisición, chitón. Siguieron adelante los soldados, atravesando lentamente la galería.

A riesgo de que nos ocurriese un percance, nos echamos á andar y abrir puertas, y entramos á cuantos salones y aposentos hallamos abiertos, sin encontrar alma viviente. El palacio parecia mas bien un inmenso sepulcro que una residencia de corte. Donde quiera reinaban en los muebles y adornos la sencillez, la modestia y la economía.

Palabra del Dia

lanterna

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