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Hízolo así Sancho, y, diciendo ''a Dios'', se dejó vendar los ojos, y, ya después de vendados, se volvió a descubrir, y, mirando a todos los del jardín tiernamente y con lágrimas, dijo que le ayudasen en aquel trance con sendos paternostres y sendas avemarías, porque Dios deparase quien por ellos los dijese cuando en semejantes trances se viesen.

¿Qué es esto, Teresa Panza? ¿Qué locuras son éstas, y qué papeles son ésos? -No es otra la locura sino que éstas son cartas de duquesas y de gobernadores, y estos que traigo al cuello son corales finos; las avemarías y los padres nuestros son de oro de martillo, y yo soy gobernadora. -De Dios en ayuso, no os entendemos, Teresa, ni sabemos lo que os decís.

Ramiro cayó de rodillas, como si un dardo venido de lo alto le hubiese traspasado de pronto, y las avemarías manaron de su pecho bullidoras y cálidas. Sus ojos cerrados veían una pavorosa negrura sobre la cual desfilaban llameantes imágenes de purgatorio.

Entramos en la posada todos tres juntos, ya anochecido; mandamos aderezar la cena -era viernes-, y entre tanto, el ermitaño dijo: -Entretengámonos un rato, que la ociosidad es madre de los vicios; juguemos avemarías. Y dejó caer de la manga el descuadernado. Diome a gran risa al ver aquello, considerando en las cuentas.

Y luego dijo sobre la alcuza más de ochenta paternostres y otras tantas avemarías, salves y credos, y a cada palabra acompañaba una cruz, a modo de bendición; a todo lo cual se hallaron presentes Sancho, el ventero y cuadrillero; que ya el arriero sosegadamente andaba entendiendo en el beneficio de sus machos.

Lo que vuestra merced puede hacer, y es justo que haga, es mudar ese servicio y montazgo de la señora Dulcinea del Toboso en alguna cantidad de avemarías y credos, que nosotros diremos por la intención de vuestra merced; y ésta es cosa que se podrá cumplir de noche y de día, huyendo o reposando, en paz o en guerra; pero pensar que hemos de volver ahora a las ollas de Egipto, digo, a tomar nuestra cadena y a ponernos en camino del Toboso, es pensar que es ahora de noche, que aún no son las diez del día, y es pedir a nosotros eso como pedir peras al olmo.

Desolada melancolía bañó de pronto la imponente rudeza de la muralla. Ramiro imaginó que las torres se sucedían a espacios iguales, como los paternoster del rosario; que las almenas figuraban las avemarías, y la Catedral, con su saliente cimborio, el hueco crucifijo lleno de reliquias de santos y caballeros.

Ramiro acordose de las campanas de Avila, de las tardes de su niñez en la torre solariega y de su madre, siempre llorosa, siempre enlutada, siempre taciturna. Rezó las avemarías. Estaba redimido, estaba purificado, pero sentía su pecho ávido y triste, como un arroyo sin agua. Quiso entrar en la ermita para verter al pie del altar su congoja profunda. Levantose.

Entramos en la posada todos tres juntos ya anochecido; mandamos aderezar la cena era viernes ; y entre tanto, el ermitaño dijo: "Entretengámonos un rato, que la ociosidad es madre de los vicios; juguemos Avemarias"; y dejó caer de la manga el descuadernado. Dióme a gran risa ver aquello, considerando en las cuentas.

Mil avemarías y otros tantos credos rezados con los brazos en cruz ante el altar de la Virgen, servirán para recordaros que el Supremo Creador nos dió dos orejas y una sola lengua, para que oigamos mucho y hablemos poco. Enviadme aquí al hermano Maestro.