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Actualizado: 16 de octubre de 2025
Batiste fué afeitado con bastante suerte, mientras escuchaba, hundido en el sillón de esparto y teniendo los ojos entornados, la lectura del «maestro», hecha con voz nasal y monótona, sus comentarios y glosas de hombre experto en la cosa pública. No sacó mas que tres raspaduras y un corte en la oreja. Otras veces había sido más. Dió su medio real, y se metió en la ciudad por la puerta de Serranos.
Calló Currita, y con la cabeza baja y las manos cruzadas y entornados ojitos, esperó muy devotica el sermón formidable, la peluca tremenda que creía ella iba a venir tras de aquello, seguida de alguna violenta exhortación a la confesión y la penitencia, con algunos toquecitos de llamas del infierno; y luego, más tarde de lo que ella deseaba y con tanto anhelo iba buscando, un generoso ofrecimiento, noble, sincero y amplio... Mas el padre Cifuentes, que había escuchado sin pestañear todo aquel cúmulo de vergüenzas y de horrores, que no había hecho el menor gesto de asombro, de disgusto, de compasión ni de protesta, sacó la tabaquera de cuerno, tomó un polvo y dijo lacónicamente: Haga usted los Ejercicios...
Cansado de este abandono, salió Fernando a la cubierta, y al dirigirse hacia el lado de proa, lo primero que vio en «el rincón de los besos» fue a Nélida tendida en una silla larga, con los ojos entornados, dejando al descubierto una buena parte de sus piernas, cubriéndose la cara con una mano como si quisiera ocultar su rubor, mientras a través de los dedos brillaban sus ojos de malicia.
Permanecía el gigante en voluntaria inmovilidad, con los ojos entornados y lanzando una respiración ruidosa. De pronto creyó oir un ligerísimo susurro semejante al de unos insectos arrastrándose sobre la arena. Ya están aquí dijo mentalmente. La camiseta que cubría su pecho se agitó con un leve tirón.
La hora del té dijo Maltrana . Estas inglesas la adivinan con una exactitud cronométrica... Si le parece, no bajaremos hasta luego. Debe estar repleto el jardín de invierno. Encendieron cigarrillos y quedaron los dos con los ojos entornados contemplando las espirales de humo que se desarrollaban sobre el fondo azul.
Además las largas excursiones por las montañas, habían fortificado su organismo, como las ideas y reflexiones lo habían hecho a su vez con su energía moral y su voluntad. La palidez de su rostro le hacía más espiritual, más serio y sencillo, más hombre, en una palabra. Al través de sus entornados ojos, Antoñita le contemplaba y sentía agitarse en su espíritu mil confusos pensamientos.
Señores, me parece que estoy allí todavía; el mantel blanco, con la fina porcelana de Sajonia y la vieja vajilla de plata; arriba de nuestras cabezas, la araña de cobre; y bajo su luz viva, a mi derecha, ella, pálida, rígida, con ojos entornados de sonámbula; a mi izquierda, él, con sus cabellos negros y espesos, sus mejillas morenas, su arruga sombría en la frente y sus miradas fijas en el mantel... Y, como se me ocurre la idea de que está fastidiado por ser el tercero en una noche de bodas, y temo que se quiera ir, lo tomo afectuosamente por los dos hombros y le agradezco el martirio que se ha impuesto por mí.
La casualidad o la Providencia, que acaso sean hermanas según la semejanza de sus obras, vino al poco tiempo en ayuda de Cristeta. Una mañana, mientras se peinaba, comenzó a cantar coplas de cierta zarzuela que a la sazón estaba en moda. Era verano y los balcones de la vecindad que daban al patio aparecían entornados.
Las maderas de los balcones entornados dejaban pasar rayos estrechos de la luz del día moribundo; apenas se veían Ana y De Pas.
Y con los ojos entornados, sonriendo maliciosamente, esperaba la respuesta, adivinándola. ¿Qué me falta? El amor; lo que tenía contigo. Y con la vehemencia de otros tiempos, como si aún estuvieran entre los naranjos de la casa azul, el diputado daba salida a sus melancolías de ocho años. La ofrecía la imagen inspirada por su tristeza.
Palabra del Dia
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