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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Se engaña usted, Rodolfo. Angelina es dueña de ese corazón. Lo sé, no me cabe duda... mi perspicacia de mujer supo descubrirlo ha tiempo. El nombre de Angelina suena en los oídos de usted como celeste melodía. ¡Ya usted lo vé! Me estoy volviendo poetisa.... Ustedes se aman. ¿Nada le ha dicho usted? Algún día le confesará usted que la ama.
Si a mí no se me engaña continuó ; si yo conozco bien esta comedia. ¿No ve usted, señor mío, que yo las he visto nacer a todas ellas, que las he visto crecer, que he seguido paso a paso todas las vicisitudes de su existencia? Verá usted el sistema. Don Robustiano se sentó, y prosiguió diciendo: Hasta que tienen quince o dieciséis años las hijas de mis primos no ven el mundo.
Y he de vengar en campaña la injuria que recibí. Diéronle á mi padre muerte En San Quintín. Está muy desvanecido Con las Indias el de España. No ha hecho jamás hazaña A quien respete el olvido. ¿Descolorido no ves Al Duque? ¿Quién lo está menos? Piensa el rey de España que es El mayor; mas su arrogancia Le engaña su parecer, Pues aún no merece ser vasallo del rey de Francia.
No me mande usted que me retire, papá, se lo suplico; se engaña usted si cree que no estoy buena. ¡Ojalá estuviese siempre como hoy! Efectivamente, Magdalena, en medio de su excitación nerviosa, estaba encantadora, y todos a su alrededor lo repetían.
El mérito en la templanza y ventura por el sueño. El niño diablo. El labrador del Tormes. La ciudad sin Dios. La competencia en los nobles. Engañar á quien engaña. El engaño en la verdad. Los hierros por amor. El hijo de los leones. Las burlas veras. Dos agravios y una ofensa. La horca para su dueño. Guerras de amor y de honor: primera parte. El gran cardenal de España.
Su alta estatura, su ademán de indignación suprema, la asemejaran a bello mármol antiguo, si la bata de merino negro no borrase la clásica semejanza. Don Ignacio balbucía la leonesa usted se engaña, se engaña.... Yo no le quiero a usted... es decir, de ese modo, no, nunca. Atrévete a jurarlo rugió él. No... no, me basta decirlo replicó Lucía con creciente firmeza . Eso no.
Cuando tú estás, le decía Carmen, Julio apenas conversa, lo mismo que tú. ¡Ah, si pudieras oírle cuando se anima y cuenta el argumento de alguna comedia o habla de cosas ideales! ¡Con qué atención nos quedamos escuchándole y deseando que no termine nunca! Engaña mucho esa frialdad que tú le ves.
LA ENFERMERA. ¡Simple divergencia de métodos y de autoridades...! Tranquilícese... Como cada una de estas damas quiere afirmar su supremacía sobre la otra, los enfermos están mejor cuidados. SITA. Es usted muy indulgente. Adivino que seremos amigas. LA ENFERMERA. ¡No se haga ilusiones...! SITA. ¡Quia...! Mi corazón no me engaña nunca.
El singular aire de abandono que no engaña en un buque, llamó nuestra atención, y disminuímos la marcha observándolo. Al fin desprendimos una chalupa; abordo no se halló a nadie, y todo estaba también en perfecto orden. Pero la última anotación del diario databa de cuatro días atrás, de modo que no sentimos mayor impresión. Aún nos reímos un poco de las famosas desapariciones súbitas.
Se abandona la empresa, y cuando la debilidad empieza a producir calambres en el estómago, se acude al brandy, que engaña por el momento, pero al que se vuelve a apelar así que ese momento ha pasado. Allí también empecé a estudiar la curiosa organización de los bogas del Magdalena, que sirven de marineros en los vapores, contratados especialmente para cada viaje.
Palabra del Dia
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