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Por último, salis de la ciudad, salvando el gran foso que la protege, y á un nivel muy superior os encontrais sobre los malecones de los diques, sorprendido por la grandiosidad del océano y la singularidad del cuadro social que teneis á la vista.

repitió con acento apasionado , amo á una diosa humana, con toda mi alma, con todo mi corazón... y esa divinidad... ¡sois vos! ¡Yo! ¡imposible! Recordad que me turbé al veros. Eso nada prueba. Prueba que me habéis matado. Pero... caballero... dijo pálida y grave la Dorotea , creo que me tomáis por entretenimiento. ¿Me ofendéis...? Porque temo ser ofendida. ¿Qué encontráis de extraño...?

Pasando á vuestro tercer estado, al en que os encontráis en este momento, os confieso que no os conozco: que os habéis transformado; que os ha sido vergüenza, y habéis criado pudor; cuando érais virgen os vi cortesana, y ahora que sois cortesana os veo virgen. Dorotea bajó la cabeza avergonzada por única contestación.

En el fondo del valle, que mide á lo sumo 300 metros de latitud, las calles de la Villa-nueva son irregulares, caprichosas, húmedas, de formas modestas ó vulgares. Allí no encontrais sino tenerías, molinos, tintorerías, etc.; pero eso tiene vida, tiene la alegría del valle.

Al entrar en aquellas calles estrechas, al abrir la puerta de sus casitas, se penetra en la vida íntima de la antigüedad y se es recibido amistosamente en un pueblo que ya no existe. Encontráis allí una singular mezcla del sentimiento artístico que distinguía a los antiguos y del mal gusto que es patrimonio de los pequeños burgueses de todas las épocas.

Todas las muchachas van a confesarse con él porque las absuelve siempre y les pone unas penitencias muy pequeñas. «Divertíos les dice . Tiempo tendréis de rezar si no encontráis mozos de ley que se casen con vosotras»... Pero el cura de aquí es muy estricto. ¡Y eso que yo le regalo de cuando en cuando unos huevos o unas manzanas! ¡Para que digan que los hombres de iglesia son agradecidos!

Daños acarreados por la vanidad y la soberbia. ¡Cuántas reputaciones se ajan, cuando no se destruyen, por la miserable vanidad! ¡cómo se disipa la ilusión que inspirara un gran nombre, si al acercársele os encontrais con una persona que solo habla de misma! ¡Cuántos hombres, por otra parte recomendabilísimos, se deslustran, y hasta se hacen objeto de burla, por un tono de superioridad, que choca é irrita, ó atrae los envenenados dardos de la sátira! ¡Cuántos se empeñan en negocios funestos, dan pasos desastrosos, se desacreditan ó se pierden, solo por haberse entregado á su propio pensamiento de una manera exclusiva, sin dar ninguna importancia á los consejos, á las reflexiones ó indicaciones de los que veian mas claro, pero que tenian la desgracia de ser mirados de arriba abajo, á una distancia inmensa, por ese dios mentido que habitando allá en el fantástico empíreo fabricado por su vanidad, no se dignaba descender á la ínfima region donde mora el vulgo de los modestos mortales!

Y suponed que cuando acabéis de pronunciar esa blasfemia aparece de repente el sol en una explosión de luz y de armonía: que lleváis una mano a vuestros ojos que se deslumbran, y otra sobre vuestro corazón que se enternece lleno de una nueva vida, y que cuando volveis a abrir los ojos os encontráis de nuevo en las tinieblas, enardecido por el próximo y candente recuerdo de la luz divina que os ha deslumbrado, de la armonía de los cielos que ha reanimado vuestro ser... y después de haber supuesto esto suponed vuestra desesperación, vuestro dolor.

Temióse, no lo que hacía, sino lo que pudiera hacer de la corte el ilustre descendiente de los Girones, y como es muy principal caballero, y muy poderoso, y muy bravo, se le desterró á Nápoles dorando el destierro con lo de virrey, y como se creía que yo era mucha cosa con el duque y que haría más conmigo que sin , se me envió á San Marcos á hacer penitencia; y como el duque de Osuna no ha cesado de reclamar en estos dos años á su pobre secretario, y como, por otra parte, vos os encontráis con que á pesar de los buenos oficios de don Rodrigo no veis claro en qué consisten tantos reveses y tantas desdichas como sufre España, os habéis dicho: saquemos del encierro á aquel espíritu rebelde, veamos si podemos mudarle á nuestro provecho, y si sus antiparras son más claras que los ojos de don Rodrigo.

Decís que os encontráis en circunstancias especiales respecto á ese joven; mostráis repugnancia en entregarle vos misma esa provisión de capitán de infantería... ¿qué media entre vos y ese caballero?... ¿creéis que yo puedo tener derecho para haceros esta pregunta? Más que derecho, tenéis un gran interés en saber á qué ateneros respecto á ese caballero.