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Habla al pueblo con acento vinoso, dice mil gracejos insolentes, en el argot más puro del voyou más canalla, y por fin... canta la Marsellesa. La muchedumbre se hace más compacta a cada momento y empiezo a respirar con dificultad. Llegamos a la plaza de la Concordia: el cuadro es maravilloso.

La ciudad de Southampton, de la cual nada he dicho al ocuparme de Inglaterra, no merece mencion especial: es pequeña y triste: á excepción de su concurrido puerto nada ofrece de interesante al viajero. Por eso prescindo de su descripcion, y empiezo mi viaje marítimo.

Empiezo a creer que no estoy criado para el matrimonio y que soy una especie de anfibio hecho como ellos para flotar entre dos aguas sin hacer pie jamás en tierra firme. Me maldigo y me injurio de despecho por ser como soy y no poder ser de otra manera. No valía la pena que se muriese Marignol, puesto que no me produce ningún contento. Elena al Padre Jalavieux.

Son las doce dijo Quevedo ; á las dos empieza la comedia y necesitáis media hora para vestiros. ¿Tenéis la ropa en el coliseo? ; ¿pero eso qué importa? Tenemos tiempo. He conseguido que no os emborrachéis, y conseguiré del mismo modo que no hagáis una locura. ¡Diablo! y debéis valer mucho, porque yo, que por nadie me intereso, empiezo á interesarme por vos. Creo que empezáis á engañarme.

Si, tienes razón, Magdalena, pues a mi se me figura que hoy empiezo a vivir y que ahora es cuando empiezo a quererte. Esta noche con sus armonías despierta en mi corazón ciertas fibras que hasta hoy estaban aletargadas. Si alguna vez he dicho que te amaba hazte cuenta que mentía o al menos no lo dije como debía decírtelo, como te lo diré ahora. Escucha, Magdalena: ¡te amo! ¡te amo!

Esto en resumen es dictarme condiciones, y de una manera indigna. Estoy desesperada. ¿Y si prendo á don Francisco? Sabréis todo lo que suceda en el cuarto de la reina. Meditó un momento el duque. Le prenderé dijo al fin. ¿Al momento? Al momento. Y yo, señor, os serviré con el alma. Empiezo á serviros: guardáos de mi hermano. ¡Ah! ¡esto es terrible!

Si no quieres insistió ella con enfurruñamiento , si te niegas a acompañarme, huiré sola. No te necesito: empiezo a conocerte. Un egoísta... como todos. Exaltándose con sus propias palabras, le miró hostilmente y aproximó su rostro a él, como si le costase trabajo emitir la voz, enronquecida de pronto. No me quieres. No me has querido nunca.

Vístome una sábana, y empiezo mi obra, cuando salió Solano de Dios Padre con otra sábana abierta por medio, y toda junto á las barbas, llena de orujo, y una vela en la mano, entendí de risa ser muerto.

Hace cerca de veinte días que no viene a verme. ¿Se habrá ido a veranear sin despedirse de ?... ¿Creerá que soy una impostora?... Esta idea me mata. Ahora, bajo mi pisatela, acorto el punto, dándole una vuelta al tornillo..., atiende bien..., y después de aflojar un poco el hilo superior, empiezo. Anda, maquinita, que a casa vas... ¡Qué idea me ocurre! Dios de mi vida, si viniera...».

Todos estos temas, tratados en forma somera e inhábil, a la buena de Dios, en parloteo superficial, de mujer exenta de ilustración y de luces literarias, son temas universales, empequeñecidos, claro está, por mi poquedad reflexiva y lo alicorto de mi espíritu de percepción. Ya sabéis que empiezo a escribir ahora.