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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Petronila está ya acostumbrada a esa vida de las embajadas y de las recepciones. ¡Cualquiera la acostumbra a vivir en una casita en Flores o en Belgrano, después de haber alternado con princesas, duquesas y marquesas! ¡Tan luego ella!... que es de lo más aristócrata y no habla más que de gente copetuda. Cuando el Centenario se hizo lo más amiga de la infanta Isabel.

Y como si presentase á otra persona, dijo sus nombres ceremoniosamente: Archibaldo von Kramer, teniente de navío de la flota imperial... Su personalidad de diplomático no era enteramente falsa. Había servido como agregado naval en varias Embajadas. Luego le dió instrucciones para el regreso. Podía esperar frente á Palermo. Un bote vendría en busca suya para llevarle á tierra.

La Princesa accede al principio á los deseos del Rey, pero los grandes le demuestran con empeño, que, para atender á la dicha de su pueblo, debe elegir esposo. Envíanse entonces embajadas á varios Príncipes, para tomar entre ellos esposo; pero ninguno corresponde á los deseos de los grandes, ni posee las prendas que Isabel exige.

Y la importante Relación coetánea del hecho, que existe manuscrita en la Colombina, dice al llegar á este punto, tratando del alboroto popular, que entonces se promovió: «El pueblo, considerando las embajadas tan continuas y rendimientos de la Real Audiencia, y que en su puntual hora la torre no hacía la señal para la procesión y que era llegado el medio día, se juntó todo en la plaza de san Francisco hasta la Iglesia Mayor, entrando unos y saliendo otros, contristados de ver se les frustraba al parecer el consuelo de ver por las calles la procesión y llegaron todos á hacer tan diversos como melancólicos y tristes discursos.

Desconfío de tus palabras, desconfío de tus acciones, desconfío de nuestro parentesco, que bien puede ser tramoya inventada por ti, desconfío de tus arrepentimientos, y como ha de serte más difícil ganar mi voluntad que ganar el cielo, será bien que me dejes en paz y que no vengas acá con hermanazgos ni embajadas sentimentales, porque otra vez no tendré la santísima paciencia que ahora he tenido: ya me conoces, ya sabes mi genial.

Con solo saber que al espirar el décimo siglo andaban andaluces y africanos en comunicaciones tan frecuentes y amistosas como las que bajo los Abde-r-rahmanes habian tenido andaluces y bizantinos; con solo observar que el famoso caudillo de los Zenetes Zeyrí Ibn Atiyah envía á Almanzor embajadas y ricos presentes en que lucen á la par las grandes pretensiones del donador, las de la naturaleza y las del arte, y luego le visita personalmente en Córdoba admirándole con sus nuevos presentes y su brillante comitiva, podiamos desde luego haber adivinado una trasformacion esencial en la fisonomía del arte andaluz.

El entusiasmo religioso hablaba de embajadas dirigidas a los papas por el Preste Juan o el Gran Kan de la Tartaria, poderosos señores que desde el fondo de sus palacios querían entrar en relación con la cristiandad y convertirse a la verdadera fe.

De común acuerdo, las operarias detestaban a Olózaga, llamándole «el viejo del borrego» porque andaba el muy indino buscando un rey que no nos hacía maldita la falta... sólo por cogerse él para embajadas y otras prebendas; hablar de González Bravo era promover un motín; con Prim estaban a mal, porque se inclinaba a la forma monárquica; a Serrano había que darle de codo; era un ambicioso hipócrita, muy capaz, si pudiese, de hacerse rey o emperador, cuando menos.

Ocurrió el suceso el 11 de marzo de 1597, trastornando por completo los planes de Enrique IV: hubo de reclamar de Inglaterra el auxilio convenido en el tratado de alianza, sin que se lo dieran; cambiáronse las reclamaciones del caso, agriándolas las embajadas especiales, de forma que decidió aceptar los buenos oficios del Legado del Papa y negociar la paz con España tan luego como recuperó la plaza.

Pues si no ha de estar en Madrid más que unos cuantos días, y no tiene horas extraordinarias de acostarse y levantarse, no hay inconveniente en que V. le ponga una cama en el gabinete... Pero cuidado... ¡sin ejemplar!... Descuide V., señorito, no volveré a molestarle con estas embajadas. Lo hago únicamente porque D. Ramón no vaya a parar a otra casa.

Palabra del Dia

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