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Con solo saber que al espirar el décimo siglo andaban andaluces y africanos en comunicaciones tan frecuentes y amistosas como las que bajo los Abde-r-rahmanes habian tenido andaluces y bizantinos; con solo observar que el famoso caudillo de los Zenetes Zeyrí Ibn Atiyah envía á Almanzor embajadas y ricos presentes en que lucen á la par las grandes pretensiones del donador, las de la naturaleza y las del arte, y luego le visita personalmente en Córdoba admirándole con sus nuevos presentes y su brillante comitiva, podiamos desde luego haber adivinado una trasformacion esencial en la fisonomía del arte andaluz.

El kaid salió, y á poco volvió trayendo recado de que en aquel mismo dia Ben Jucef, abandonando á Granada con su hija, con una guardia de esclavos y á su torre de Almuñécar el camino enderezando, á pasar al Mogreb iba resuelto y determinado. ¿Cuándo partió? dijo el Rey. Al amanecer. ¡No ha estado entónces en la batalla! Que enjaecen dos caballos; kaid con cien zenetes nos iréis acompañando.

Poco despues, sin reposo de su abrumador cansancio, el Rey y Ataide partian, sirviéndoles de resguardo cien alentados zenetes en poderosos caballos, y por la puerta de Lachar lanzándose sobre el campo, atravesando el Genil, hácia la costa bajando, por la falda de la sierra tomaron al trote largo.

Dia memorable para Abde-r-rahman, porque fué el de la famosa batalla de Musara, en que derrotó á Jusuf el Fehrí, y que consideró como un feliz agüero de sus triunfos ulteriores. Debió aquella señalada victoria á sus caballeros Zenetes, base y núcleo de su poderoso ejército en España.

»Verdaderamente se asemejarán esas mil columnas al bosque de lanzas que presentaban en el inolvidable dia de las Víctimas mis leales Zenetes , fundamento de mi poderío.

Estas y otras semejantes esclamaciones hacen, acordes en su sentimiento por tan dolorosa pérdida, todos los que acuden á visitar al Sultan difunto, y entre ellos se señalan por sus estremadas demostraciones los jeques de las tribus Modharitas , los caudillos de los Eslavos, los adalides Bereberes y Zenetes, todos los walíes, capitanes, alcaides, cadíes y alfaquís de las circunvecinas provincias, que sin distincion de partidos, y depuesta toda rivalidad de razas, acudieron á la Sede del naciente Califato atraidos por la fama de la nueva fundacion.

Los historiadores árabes afirman que entre escuadrones y batallones, entre ginetes y peones, contaba el Amir mas de 400,000 hombres, repartidos del modo siguiente: 60,000 voluntarios, 300,000 reclutas, 30,000 negros con alabardas para la mas inmediata defensa de su persona, 10,000 ballesteros renegados, y últimamente muchos flecheros de las tribus zenetes, árabes y arábigo-berberiscas de Almagreb.