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Actualizado: 6 de junio de 2025


Faltaba algún tiempo para la llegada del tren y nos dirigimos por una pradera al cercano arroyuelo. Me prometieron enviarme noticias y me colmaron de atenciones y elogios; aun el viejo Sarto estaba afectado y Tarlein profundamente conmovido.

Yo he hablado con Gladstone en un concierto de la reina en Windsor; he conocido a hombres que llegaron por su palabra a presidentes de República; y no digamos de los políticos de España: a la mayoría de ellos los tuve como cadetes de mi camerino, una vez que canté en el Real. Y a pesar de esto, yo tomé en serio por unos días los elogios disparados con que le incensaban sus correligionarios.

Su Lionel sólo debía aparecer en el círculo luminoso realizando hazañas nunca vistas. Jamás había hablado con tanto entusiasmo de su esposo. Lo mismo en presencia de él que estando á solas con sus amigas, hacía elogios del héroe, ensalzando su fuerza irresistible, su valor temerario. Lionel Gould era siempre el mismo. Estaba orgullosa de llevar su nombre.

Carlos, según pude deducir, era su dios, su ídolo; y el anciano no encontraba sobre la tierra persona a quien compararle. Pero de pronto, y como si temiese que su entusiasmo le llevase demasiado lejos, cesó de prodigarle sus elogios.

Alentado por los elogios, Gavilán se consagró a hacer imágenes de tamaño natural, no sólo en madera, sino en piedra de Huamanga, algunas de las cuales existen en diversas iglesias de Lima. La obra más aplaudida de nuestro artista fué una Dolorosa, que no sabemos si se conserva aún en San Francisco.

En cuanto a , escuchábale con atención, porque me parecía que una voz conocida llegaba a mis oídos; el extranjero se preparaba a seguir los elogios de Carlos, cuando éste entró en el salón. Apenas vio al desconocido, Carlos se enrojeció; sus ojos, de ordinario tan dulces, lanzaban miradas ardientes, y un temblor nervioso agitó todo su cuerpo.

Me hicieron de Gloria unos elogios que, aunque un poco vivos y si se quiere brutales, tuve que aceptar y aun agradecer, pues se comprendía que eran dichos de buena fe y con ánimo de agradar. Brindamos y bebimos por ella más de una docena de veces, y se invitaron con la mayor alegría para beber unas cañitas a la salud de los novios el día de la boda.

Para esto era la fiesta; para que la bendición del Señor cubriese con su eterna protección las colinas de Marchamalo. El jefe del escritorio se entusiasmaba contemplando el oleaje de viñedos y prorrumpía en líricos elogios.

El aperador acogía con inocente satisfacción todos los elogios de su amo a la novia. Al fin, era como un hermano suyo, y este parentesco enorgullecía a Rafael. Bandido le decía el señorito con cómica indignación, en presencia de la muchacha.

Todo no puede ser uniforme, igual, gris. Los ataques de los jóvenes de ahora son la reacción natural de los elogios excesivos que los viejos se han fabricado durante veinte años.

Palabra del Dia

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