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Actualizado: 6 de octubre de 2025
Sin embargo, cambiaron algunas frases corrientes. Amaury conocía mucho al embajador que protegía a Mengis. Hablaron principalmente del concepto de que disfrutaba la legación francesa en la corte del imperio moscovita, haciendo el vizconde grandes elogios del Zar. Al empezar a languidecer el diálogo, anunciaron a Felipe Auvray.
Cuando Churruca se marchó, Doña Flora y mi amo hicieron de él grandes elogios, encomiando sobre todo su expedición a la América Meridional, para hacer el mapa de aquellos mares. Según les oí decir, los méritos de Churruca como sabio y como marino eran tantos, que el mismo Napoleón le hizo un precioso regalo y le colmó de atenciones. Pero dejemos al marino y volvamos a Doña Flora.
María Teresa hacía elogios de la generosidad de su tía. Ella se ocupaba de su mantenimiento y sus diversiones, orgullosa de ostentarla a su lado en teatros y fiestas. Era capaz de darle toda su fortuna: pero tenía hijas, y éstas batallaban a todas horas contra la influencia de su prima.
A más de esto, le asediaba el partido con sus exigencias de disciplina, gozaba del afecto del jefe, a cuya tertulia no le era lícito faltar, y tenía que ocuparse de la educación de sus hijos, dos muchachos irreprochables, que profesaban las ideas sanas de su padre y merecían los elogios de sus antiguos maestros, los buenos sacerdotes de la Compañía.
Era preciso matar el tiempo, y ademas el carácter evidentemente zeloso de mi vecino me tentaba mucho á divertirme un poco y observar el corazon humano en diligencia, Poco á poco fuí llevando la conversacion hácia la discusion de los diversos tipos de mujeres en España, y cuando el buen tio parecia estar en ascuas á causa de mis elogios entusiastas en favor de las castellanas, me puse á tocarle su cuerda con preguntas sobre la situacion del clero en España.
Me he fijado además en la gallardía de su persona, en la natural distinción y no aprendida elegancia de sus modales, en sus ojos llenos de fuego y de inteligencia, en todo él, en suma, que me parece amable y deseable. Los elogios de Vd. han venido sólo a lisonjear mi gusto, pero no a despertarle.
Como Miguel era parco en los elogios y su espíritu más propenso a la burla que al entusiasmo, al menos en apariencia, Mario experimentó al oír tales palabras vivo placer. Trascurridos algunos días, Rivera volvió a sacarle la conversación de la escultura. Se anunciaba una exposición de bellas artes para la próxima primavera.
Descendiendo, como él decía, a la práctica, y sin soñar eso nunca , habló el marqués de la remuneración del nuevo trabajo. Por el libro, ajustado en tres mil reales, le daría mil pesetas, pues estaba contento, aunque no había apretado la mano tanto como él deseaba en lo de las notas. Aun así, el jefe, que sólo conocía el índice, había hecho grandes elogios de la erudición de la obra.
Lowe, escoltada por su marido, que llevaba bajo el brazo un rimero de partituras, acogía estos elogios con foscas contracciones de su rostro caballuno. Sentíase ofendida por la falta de gusto de los oyentes: sólo la habían hecho repetir su canto dos veces, cuando ella traía ensayadas una docena de romanzas. El público se lo perdía.
¿Yo?... ¿Qué más quieres que te diga?... Me parece que he elogiado bastante, y de lo que no me merece elogios... ¿a qué hablar?... ¿Por ejemplo?... Si te empeñas... me parece muy censurable tu afán de identificarte con todo este chusmaje... de vestirte como ellos... hablar como ellos... ¡y hasta beber a la par de ellos, Melchor! ¡Apareció el aristócrata!... ¿y qué más?...
Palabra del Dia
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