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Actualizado: 6 de junio de 2025


Además, la nación entera estaba de revuelta. A corta distancia de Jerez, en el mar invisible cuyas brisas llegaban hasta las viñas, los barcos del gobierno habían disparado sus cañones para anunciar a la reina que debía abandonar su trono. Además, ¡qué de músicas arrulladoras para el pobre!, ¡qué de elogios y adulaciones al pueblo que meses antes no era nada y ahora lo era todo!

El padre miró a Fernando con ojos dulces y protectores, como si un presentimiento le hiciese adivinar la realidad y lo considerase ya de la familia. El señor Kasper, que hasta entonces sólo había cambiado con Ojeda algunas palabras de cortesía, le habló con familiar confianza, haciendo elogios de su niña. «¡Esta Nélida!... Algo traviesa.

Era su noche. El discursito cuidadosamente preparado había obtenido un éxito enorme. Las miradas de todas las señoras que podían comprenderle iban hacia él con admiración y gratitud. «¡Qué monada el tal Maltranita!... ¡Qué hombre tan dije!... ¡Qué habilidoso!...» Y él aceptaba con modestia estos elogios formulados por las damas según los términos admirativos de cada país.

Hizo que el viejo ayuda de cámara rebuscase en el guardarropa de su pasado. Se acordó de prendas interiores que habían merecido elogios femeninos. Sentía el mismo deseo de novedad y seducción de una mujer que se adorna para una entrevista esperada mucho tiempo.

Con mucho gusto, y con más razón porque me asocio a tus elogios. Nuestra Blanca gana todos los días con su contacto de usted, señorita. Mi deseo es que sea digna de tal modelo... Me hace usted demasiado honor, caballero; la tarea estaba casi acabada y Blanca hace que mi papel sea muy fácil tratándome como amiga...

Te hubiera reconocido entre cien mil personas, sin antecedentes, sin estar prevenida, sin aviso de que estuvieses entre ellas. Además, ¿qué mérito hay en ? Quien te ve una vez no es posible que te olvide. Gracias, gracias; me confundes con tus elogios indulgentes y generosos. Digo la verdad. Y luego no has cambiado en la cara.

¡Este Maltrana! oía decir á mis espaldas . ¡Lo que sabe!... ¡Lo que ha leído!... Y, por el momento, no me daban cosas de más provecho que tales elogios y un amplio permiso para apropiarme lo ajeno. Pero esto último no representaba gran cosa, por ir yo acompañado de gentes listas, que, al ser del país, siempre llegaban antes allí donde había algo que coger.

Maltrana no atendía a la caza de sus compañeros; deseaba que acabase la expedición cuanto antes. Causábanle lástima y repugnancia aquellos cuerpecillos de pelo suave que el señor Manolo iba reuniendo al par que hacía grandes elogios del peso de su carne palpitante.

Los tertulios del café del Siglo quedaron estupefactos al escuchar tan singular afirmación. Todos protestaron más o menos suavemente contra ella. El arrojo de Mario había despertado admiración en la tertulia del café. Se hacían elogios calurosos de su noble corazón y valentía.

Algunas tardes, cuando Pez y Rosalía no podían salir a la terraza a causa del mal tiempo, los tres tertuliaban en Gasparini. Tenían que oír los elogios que D. Manuel hacía de la estupenda obra de su amigo.

Palabra del Dia

rigoleto

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