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Actualizado: 23 de junio de 2025
Manos Duras pareció inquietarse de pronto por un nuevo peligro que presentía cerca de él, y miró ávidamente á un lado y á otro. Pero el miedo al enemigo más inmediato, que era el estanciero, hizo que no pensase mas que en éste, continuando sus disparos.
Los chicos se rieron del percance, hallando el castigo de Marroquín muy en su lugar. En cambio, el cura se puso cada vez más hosco, y comenzó a pasearse solo tosiendo y escupiendo a menudo y llevando la mano al bajo vientre. Cuando llegó la hora de la cena, no probó bocado; los alumnos se hacían guiños y contenían a duras penas la risa.
Las casas medio sepultadas echaban a duras penas por su chimenea, cubierta de finas cremas y cristalinos picachos, un chorro de humo que subía lentamente a manchar el cielo y se resolvía en el pesado gris de la atmósfera como masas de tinta arrojadas en un inmenso mar de almidón.
Sus padres, sus abuelos, toda su familia, habían sido personas excelentes, «gauchos buenos», que vivían de la crianza de la propia «hacienda». Pero Manos Duras había nacido para ser «gaucho malo», ladrón de reses y matón. En vano su padre, hombre de bien, le daba buenos consejos y sanos ejemplos.
»Nada pensé, nada dije, nada respondí. Toda la noción que me quedó de mi propia existencia, la invertí en recoger de aquella escombrera a que instantáneamente habían quedado reducidas vida y alma, los alientos necesarios para apartarme de allí. Y eso hice a duras penas.
Instalose con Ana en el paraíso, donde se amontonaba inmensa concurrencia, que les metía los pies por la cintura, los codos por las ingles; a duras penas lograron las dos muchachas apoderarse de su sitio; al fin consiguieron embutirse de medio lado en delanteras, y allí se mantuvieron prensadas, comprimidas, sin ser dueñas ni de enjugarse el sudor de la frente. El calor era espeso, asfixiante.
Aquí todos nos creemos iguales, porque vivimos juntos en el desierto dijo, escandalizado . Cualquier día, ese gaucho cuatrero pretenderá ir por la noche á las reuniones de la marquesa, lo mismo que uno de nosotros... ¡Cosa bárbara! El capitán añadió Moreno quiere que no se le compre más carne á Manos Duras ni se acepte ningún negocio propuesto por él, eso usted puede hacerlo mejor que Canterac.
En el país no abundaban las fiestas, y había que aprovechar las corridas de la Presa. La población del campamento parecía triplicarse. El boliche expendía en veinticuatro horas la provisión de bebidas hecha para un mes. Manos Duras saludaba á numerosos jinetes que vivían en ranchos lejanísimos y le habían ayudado algunas veces en sus negocios.
Entre las gentes del pueblo pasaron algunos gauchos amigos de Manos Duras, como si el reciente suceso hubiese extinguido completamente la hostilidad que existía entre ellos y los habitantes de la Presa. A media tarde atravesó la calle central el mismo Manos Duras, mirando con interés hacia la casa.
Por ti me privaría yo de hablar con todas las mujeres de este mundo... ¡y tú, en cambio, no puedes pasarte sin las guasas de ese tío! Soledad, que reprimía á duras penas la impaciencia, exclamó: ¡Ea, basta ya! Hago lo que se me antoja.
Palabra del Dia
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