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Díjome algunas palabras duras. Prometí amarle con más vivo cariño si me volvía a mi casa. Viendo que no accedía a mis súplicas, grité, acudió la señora anciana, diciendo que la vecindad se había alarmado y que nos fuéramos a otra parte. Irritose lord Gray y amenazó a aquella señora con ahorcarla. Después pareció conformarse con mi deseo, y dándome mil quejas llevome sin dilación a mi casa.

No podemos por más tiempo aguardar a que resuelvan el asunto esos agentes forestales que nos mandan de París y que no hacen sino engañarnos... Bien clara había de ver con esto Delaberge la animosidad de su contrincante. Las duras e irritantes palabras de Simón tenían un carácter de violencia que no consienten las discusiones puramente jurídicas.

Se veía en sus duras facciones, en su tez curtida, en su frente surcada, que las pasiones ¡y qué pasiones! habían pasado por allí, y que los honrados compañeros habían llevado ¡ay! una vida bien tormentosa.

La conducta del Príncipe, según lo que decía el director del Eveché, había cambiado radicalmente desde el último interrogatario. Ya no pasaba el tiempo inmóvil y silencioso, indiferente a todo: el aburrimiento de la prisión excitaba su cólera. Había pedido que se le dejara hablar con un abogado, y como no se lo concedieran, se había desahogado con palabras duras contra la justicia.

Mario, reprimiendo a duras penas la risa, le saludó afectuosamente, y lo mismo su esposa. ¿Conque se conocen ustedes? preguntó la augusta señora. ¡Muchísimo! respondió el escultor . Somos íntimos amigos hace bastante tiempo. Doña Fredes dirigió una mirada de sorpresa a su hijo. ¿Y por qué no me has dicho que tenías por amigo a un artista de tanto mérito?

Tengo que abandonar el arte, que me ha dado una personalidad y sostenido en mis más duras pruebas, la embriaguez del éxito, que aliviaba por una hora mis sufrimientos, el entusiasmo del público, que me permitía hacerme ilusiones sobre mi degradación real. ¡Volveré á entrar en la sombra!... ¿Quién sabe si será en la sombra eterna? Hizo un gesto de altanero desprecio y añadió: ¡Pero estoy loca!

Si se me escapa una palabra al uso de esa tierra, al instante sueltan la carcajada y la repiten todas á un tiempo y en muchos días no me llaman por otro nombre. Sobre todo se burlan de mis manos porque son grandes y duras, y cuando me las tocan se ponen á gritar como si se pincharan. No sabe, madre, la broma que gastan estas niñas con mis pobres manos.

El doctor Lorquin se disponía a extraer la bala de la herida de Baumgarten, el cual daba terribles gritos. Pelsly, en el portal de la casa, temblaba de pies a cabeza. Juan Claudio le pidió papel y tinta para transmitir las órdenes a las demás posiciones de la sierra; y era tan grande la turbación del pobre anabaptista, que a duras penas pudo dárselos.

No; es otra cosa... Estaba yo en el corral, hace un momento, cuando ese gaucho que llaman Manos Duras apareció en la puerta trasera y dijo... Hizo esfuerzos de memoria para repetir las mismas palabras del hombre. Le había encargado que manifestase á la señora marquesa cómo él estaba allí, á sus órdenes, para lo que quisiera mandar.

Las afecciones crónicas que corresponden á acónito son poco numerosas, y tienen todas un sello febril ó de eretismo, como se ve por los síntomas siguientes: irritabilidad moral, insomnio, síntomas gástricos, piel amarilla y seca, cefalalgia habitual y supra-orbitaria, movimientos congestivos en diversos puntos, ligeras epistaxis, palpitaciones, deposiciones duras, negruzcas, pero con forma regular, orinas encendidas y calientes, rigidez y sensacion como de contusion en los miembros, pulso vibrátil y agravacion por la noche.