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Actualizado: 23 de junio de 2025
María Antonia Fernández no volvió a pisar las tablas, hizo desde aquel punto vida retirada y ejemplar; y la amargura de su arrepentimiento tardío, las duras mortificaciones con que se castigó ella misma y la vergüenza y el profundo pesar que el recuerdo de sus pecados le causaba, acabaron pronto con la salud de su cuerpo, concediéndole en cambio la salud del alma.
¡Un rompimiento! dije con emoción. ¿Cómo ha podido tal palabra encontrar el camino de esos labios?... Demasiado sabe usted que la amo. Empiezo a dudarlo. Luciana volvió a echar a andar a mi lado, pero sus miradas siguieron irritadas y duras. No respondí, no lo duda usted. Conoce usted su poder y abusa de él... Sabe muy bien que no puedo luchar y que nunca la he amado más que hoy.
Esta impresión de la escuela, fría y húmeda, donde se entumecen los pies, donde recibe uno, sin saber casi por qué, frases duras, malos tratos y castigos, esa impresión es de las más feas y antipáticas de la vida.
Ya vuelve don Melchor dijo Baldomero, divisándolo a la distancia, desde la glorieta del jardín, hasta la que a duras penas se habían trasladado los «doloridos». ¿Dónde?... Allá... ¿ven?... derechito a la punta de aquel potrero... Yo no veo nada. ¡Pero, don Ricardo!... mire de aquí... por entre los dos «ombuses» aquellos... Y eso que se ve, ¿es Melchor?
Libros, apenas si se veían tres en la escuela: una misma cartilla servía á todos. ¿Para qué más?... Allí imperaba el método moruno: canto y repetición, hasta meter las cosas con un continuo martilleo en las duras cabezas. A causa de esto, desde la mañana hasta el anochecer, la vieja barraca soltaba por su puerta una melopea fastidiosa, de la que se burlaban todos los pájaros del contorno.
En punto á duelos, sólo conocía los del boxeo; pero se confiaba á la pericia del coronel y apoyaría cuanto dijese... Inmediatamente había vuelto á su mesa. Miguel dió sus instrucciones á Toledo. Un encuentro en condiciones duras, como aquellos que él había presenciado en Rusia. No podía ser menos: había recibido una bofetada.
Cerrada ya la noche, cuando dió un grito para que acudiese Sebastiana, ésta contestó adivinando sus deseos: ¡Allá voy con la lámpara!... Y apareció llevando un gran quinqué, que puso sobre la mesa, en mitad del salón. Iba á retirarse, creyendo que lo había hecho todo, cuando la detuvo la señora. ¿Usted sabe dónde podrá estar en este momento ese Manos Duras de que me habló antes?
Decidle vos á tu patrona que no me doy la vuelta como muchos otros, y que ella siempre será la mesma para mí, porque yo soy de los de «me rompo pero no me dueblo»... Eso me ha dicho Manos Duras para que yo se lo diga á la señora.
Petra contenía la risa a duras penas. Se contentó con decir: ¡Qué estropicio! apuntando a los pedazos de loza, cristal, y otras materias incalificables que yacían sobre el piso. Si hubiera sido yo, me despedía don Víctor.... ¡Ay, señora! si ha roto usted tres de esos tiestos nuevos... ¡y el cuadro de las mariposas se ha hecho pedacitos! ¡y se ha roto una vitrina de herbario! y....
Después del rapto se habían dirigido al rancho de Manos Duras para traer la tropilla de caballos que debía acompañarles en su viaje á los Andes, así como los víveres y demás objetos necesarios en tan larga expedición. Los perros del rancho se hablan incorporado á la tropilla.
Palabra del Dia
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