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Actualizado: 15 de junio de 2025


Después pensaba con emoción en las bellas campiñas de Normandía, donde había nacido; creía ver aún la choza dorada por los últimos rayos del sol, el arroyuelo límpido y fresco, el viejo manzano, y su madre, y su mujer, y sus hijitos que esperaban su regreso, suspirando junto a los hermosos pájaros dorados y a las telas de vivos colores que él no dejaba de llevarles nunca como recuerdo de sus lejanas correrías.

Pero don Quijote, acompañado de su intrépido corazón, saltó sobre Rocinante, y, embrazando su rodela, terció su lanzón y dijo: -Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de oro, o la dorada, como suele llamarse. Yo soy aquél para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos.

Con asombro había visto todo lo que había sucedido desde que en el bodegón entró la hermosa indiana, la no menos hermosa Margarita, y con un mayor asombro oyó aquellas palabras; y como con la cólera se le hubiese descompuesto el manto a doña Guiomar, y dejádola al descubierto la incomparable cabeza con aquella su dorada corona de riquísimos cabellos, al ver tanta beldad, y el rubor que por hallarse allí, y hasta tal punto haber llegado, la encendía el purísimo semblante, aficionose a ella, y túvola por buena, y a más por gran señora, que no mostraba menos por su continente y su atavío doña Guiomar, y levantándose a ella fuese, y asiéndola una mano, con voz desfallecida por la enfermedad y por el sentimiento, la dijo: Amparada he sido, y tan generosa y noblemente como pudiera serlo, por este caballero con el cual me habéis hallado; y pues también le conocéis, señora, como se muestra por lo que con él hablado habéis, sin duda habéis también conocido cuánta debe haber sido y ser la desventura en que me ha encontrado; y porque acepto el amparo que me ofrecéis y porque sepáis mis desdichas, a vos me acojo y a vuestra casa os sigo.

No sin fundamento llama Palomino a la casa de Francisco Pacheco cárcel dorada del arte, pues fueron sus amigos y en distintas épocas debieron de leer o presentar allí sus obras muchos hombres ilustres.

Y desde entonces queda convertida en un astro que miran los humanos; una dorada estrella suspendida del cristalino espacio en los arcanos. Estrellas rutilantes que contemplo de azul y luminoso palpitar; ¡luminaria magnífica de un Templo sin rito, sin imágenes ni altar!

Jóven, en cuyas manos caiga por casualidad este libro, cree lo que te dice un hombre que tiene ya canas, que comprende algo de los achaques de la vida, algo de los achaques de la mujer, y que sin conocerte, desea verdaderamente tu felicidad, como desea la felicidad de todo el mundo: no te dejes llevar de reflejos que lucen por fuera; no ahogues tu alma, no ahogues tu corazon, no ahogues un deseo que te ha dado el que creó el sol y las estrellas; no ahogues el encanto que te ha dado Dios, el encanto que está en misma, que va contigo; no ahogues esa virtud divina dentro de una hojuela dorada, de un lazo encarnado, de un prisma azul ó verde.

Quedaba atrás, confundiéndose con otras montañas, el famoso pico de Banderas, con su castillete abandonado que recordaba la heroica Noche Buena de Espartero, el combate de Luchana, milagro de la leyenda dorada del liberalismo, que aún vivía en todas las memorias agrandado por las fantásticas proporciones que da la tradición.

De en medio de la gradería rota surgían los cilindros aterciopelados del gordolobo, las cúpulas de las campánulas, manojos de arabeta, matas de quelidonia dorada y las mortíferas flores del beleño.

Además, ¿por qué se había de interpretar torcidamente las entradas y salidas del niño? El tenía sus negocios en la Bolsa, sus estudios en la Facultad... Que coma fuera, si eso le agrada añadía don Pablo, a me gusta verle mezclado a esa juventud dorada, rozarse con la alta sociedad: en esto estás de acuerdo conmigo, Casilda. Porque, la verdad, ¿qué va a encontrar el muchacho aquí?

TARTA DE ALMENDRAS. Se baten doce yemas y se les echa media libra de azúcar, media de almendras ralladas, media de harina de trigo, se unta un molde con mantequilla, se pone y se mete al horno, hasta que esté dorada.

Palabra del Dia

rigoleto

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