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Actualizado: 19 de noviembre de 2025


Le dejo toda la libertad compatible con las costumbres de la familia. Le tengo ordenado que a las siete venga a rezar el rosario conmigo. Pues hasta ahora no recuerdo que haya faltado un solo día. Por la noche le permito que vaya con sus amigos hasta las doce, salvo los domingos en que recibimos, o los días en que rezamos alguna novena. Jamás se ha quejado ni me ha contradicho en nada.

Y por eso el egoísmo es tan terrible en los pueblos, y por eso la idea de la muerte maltrata y atosiga tantos espíritus... Cuando han vuelto al pueblo, ya las campanas estaban tocando a la novena; es decir, no es novena; son los pasos que se rezan todos los viernes y domingos de cuaresma.

Oía su misa los domingos y confesaba muy de tarde en tarde; mas de este paso regular no la sacaba nadie. Desde un día en que disputando con su sobrino sobre este tema, se amontonaron los dos y por poco se tiran los trastos a la cabeza, no quiso doña Lupe volver a mentar a los carcundas delante de Juan Pablo.

De vez en cuando circulaba entre ellos un soplo de esperanza. Madrid iba a tener un gran matador. Acababan de descubrir a un novillero, hijo de las afueras, que, después de cubrirse de gloria en las plazas de Vallecas y Tetuán, trabajaba los domingos en la plaza grande en corridas baratas. Su nombre se hacía popular.

A ellos se debe que se conservara en las iglesias de España un poco, un poquito nada más, de buen gusto musical. ¡Y qué orquestas, según me contaba mi padrino, formaban los Jerónimos en sus conventos! Para las señoras era una gloria ir los domingos por la tarde al locutorio, donde encontraban a los buenos Padres, cada uno de los cuales resultaba un profesorazo instrumentista.

No importa; después de aquello le tomaron más gusto á su tierra, y descendían de su montaña todos los domingos para sentarse al pie de la pared. A fuerza de medir la punta, acabaron por descubrir un error del arquitecto, aturdido por las prisas de la princesa. Se había equivocado en cincuenta centímetros, y la mitad del grosor del muro estaba en tierra de los viejos.

Pero si ya no se veía nada, se oía, pues el tiqui tiqui del taller de canteros parecía formar parte de la atmósfera que rodeaba el convento. Era ya un fenómeno familiar, y los domingos, cuando cesaba, la falta de aquella música era para todas las habitantes de la casa la mejor apreciación de día de fiesta.

Ahí tienes un tiro que no yerra nunca. ¿Quieres más señas? Cuando Aurora sale de su obrador, él la espera en la calle de Santo Tomás y van juntos hacia el Ave-María. Los domingos, Aurora dice en su casa que va al obrador, y a donde va es a... Cállate; te digo que te calles gritó Fortunata retorciéndose los brazos . Eres un mentiroso, un calumniador.

Yo conté lo mejor que pude mi viaje con don Ciriaco. Después vinieron unas cuantas amigas de Dolorcitas. Yo estuve hablando con doña Hortensia, que se mostró muy amable conmigo. A media tarde don Ciriaco me llamó. Vamos, Shanti me dijo. El ama de la casa me advirtió que todos los domingos y días de fiesta estaba invitado a comer allá. Si no iba, preguntarían por y me llevarían a la fuerza.

Desde niña había sido reputada como un ángel; no hacía más que rezar y cantar á estilo de coro, remedando lo que oía en las Carboneras. Los domingos decía misa en un pequeño altar, que ella misma había formado, y también predicaba desde lo alto de una mesa con gran regodeo de toda la servidumbre, que acudía para oírla desde los cuatro polos de la casa.

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