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Actualizado: 19 de julio de 2025


La hora mejor era la de misa, los domingos, cuando a la chica le tocase quedar guardando la casa, porque la aldea entonces estaba solitaria y la mayor parte de las casas cerradas. En la de Tomás, por hallarse un poco apartada, siempre quedaba alguno teniendo cuidado de ella, un domingo uno y otro domingo otro. D. Jaime esperó el turno de Rosa con impaciencia y disimulando sus intenciones.

Y cuando el buen hombre vació delante de ella su saco de telegramas, le echó una mirada de agradecimiento y le dijo: ¡Gracias! En seguida se puso valientemente a la tarea. Fiel a las tradiciones de las nobles castellanas, cuyos usos y costumbres hubiera hecho revivir de buena gana, la de Candore recibía todos los domingos al cura y al notario, comensales obligados del castillo.

Estaba ya afeitado y vestido con la ropa de los domingos, traje que sin ser de rigorosa elegancia, ni mucho menos, tampoco bajaba hasta el vulgar de los campesinos: ancho, fino y cómodo, como pertenecía á un señor bien acomodado de aldea; categoría en que figura mi tío con tanto derecho como el mejor caballero de la provincia.

Y como si fuese una gala nueva que veía por primera vez, metióse por la cabeza con gran cuidado, cual si fuese de sutiles blondas, la saya de percal de todos los domingos.

Y yo no juí ayer, don Fermín; farté como he fartao otros días: porque no me da la gana de levantarme temprano los domingos, porque en la noche del sábado me gusta tomarla con los compañeros. ¿Pa qué trabaja uno, sino pa tené un rato de alegría?... Además; él era dueño de sus domingos. El amo le pagaba por su trabajo; él trabajaba y no había por qué cercenarle su día de descanso.

Andando los años, y cuando ya Estupiñá iba para viejo y no hacía corretaje ni contrabando, desempeñó en la casa de Santa Cruz un cargo muy delicado. Como era persona de tanta confianza y tan ciegamente adicto a la familia, Barbarita le confiaba a Juanito para que le llevase y le trajera al colegio de Massarnau, o le sacara a paseo los domingos y fiestas.

Allí esperaba Juanito la aparición de Tónica, que todos los domingos, por hallarse libre del trabajo, se encargaba de la compra, evitando esta operación a su compañera, cada vez más falta de vista.

Tan horrible fue el cautiverio, que el infeliz llegó a no poner los pies en la calle sino los domingos y fiestas de guardar, a primera hora, cuando su esposa le llevaba a misa, sacándole a que tomase el aire, como las doncellas de servir sacan a los perritos falderos para que no empuerquen las alfombras.

Pues dila , y haz cuenta que yo he muerto De risa. Voy allá. ¿De qué aprovechan Todos vuestros afanes, jornaleros, Y pasar las semanas con miseria, Si dempués los domingos ó los lunes Disipáis el jornal en la taberna?

El carácter de la ciudad es serio y grave, los domingos horriblemente tristes, solo el comercio, y nada mas que el comercio, constituye la vida inglesa: aunque hay teatros y diversiones, excepto los domingos, es inútil buscar la alegría, no se halla en parte alguna: es difícil, sino imposible, comer á gusto del individuo: en una palabra, Lóndres no hace nada por los extranjeros; Paris, todo: en la capital de Francia encuentra el viajero la realizacion de todos sus gustos, su manera de vivir; en la capital inglesa, es preciso plegarse al ajeno estilo, renunciar á lo conocido y agradable: en Paris se olvida uno si ha salido de su patria, en Lóndres nunca se deja de ser extranjero.

Palabra del Dia

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