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Actualizado: 19 de junio de 2025
Si íbamos al baile de Miranda, como todos los domingos. Ya oí el organillo. Y aquél que nos acompañaba era uno de los que dan el baile.... Y como nos había regalado billetes para todos los de verano en la huerta, y, si á mano viene, nos convida también á los de ivierno, de salón....
Los domingos, empezaba a oírse desde las dos el tambor que ameniza el Tío Vivo y balancines que están junto al Depósito de aguas. Este bullicio y el de la muchedumbre que concurre a los merenderos de los Cuatro Caminos y de Tetuán, duraba hasta muy entrada la noche.
Pero ¡ahora!... Ahora él, aunque no sabía leer, se enteraba de las cosas del mundo cuando iba a San José los domingos y hablaba con el secretario del Ayuntamiento y otras personas letradas que leían periódicos. Los reyes se casaban con reinas y las pastoras con pastores. Se acabaron los buenos tiempos.
¿Cómo ayer? replicó el cura lleno de estupor. Si ayer fue sábado, muchacho... Y eso ¡qué importa! Pero en Madrid, chico, ¿no os mudáis la camisa los domingos? En Madrid se muda la gente la camisa cuando está sucia. ¡Bah, bah, bah!
Los domingos asistíamos regularmente a la misa cantada, que era el único oficio de la mañana, pues el cura no tenía teniente. Mi tía entraba primero en nuestro banco blasonado; seguíala yo, Susana luego y Petrilla cerraba la marcha. Nuestra iglesia era vieja y pobre.
Los domingos la solía llevar á la Florida ó á la Virgen del Puerto; una vez la llevó al teatro, y Clara creyó que era verdad lo que estaban representando.
En la torre se tendió en su jergón y quiso dormir. ¡Solo!... Se daba cuenta de su aislamiento, rodeado de personas que le respetaban, que tal vez le amaban, pero al mismo tiempo sentían la irresistible atracción de unas alegrías sencillas, insípidas para él. ¡Qué tormento el de los domingos! ¿Adonde ir? ¿Qué hacer?...
«Egregias damas: señores sietemesinos: Tengo la vergüenza de confesar a ustedes que la mayor parte de los domingos y fiestas de guardar me paso la tarde dando vueltas en el paseo de Recoletos lo mismo que un mancebo de la Dalia azul. Me quedo, por tanto, en Recoletos sin motivo alguno que pueda justificarme, por pura perversidad, lo cual revela mi depravada índole.
Don Matías varias veces le prometió llevarla al teatro, y luego, para demostrar su autoridad sin duda, hacía como que se olvidaba de su promesa y dejaba a la muchacha llorando. Todos los domingos, después de almorzar, don Matías, con su levita, sus guantes, su sombrero de copa y sus botas siempre crujientes, se marchaba al Casino Moderado, y no volvía hasta el anochecer.
La chica apenas aparecía en el pueblo; el criado trabajaba en el campo, y los domingos iban los tres al faro de las Ánimas, pues se trataban con el torrero y su familia. La mujer de la taberna añadió que al principio decían que Mary, la hija del capitán, era débil; pero que con aquella vida al aire libre se estaba haciendo una muchacha muy robusta.
Palabra del Dia
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