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Actualizado: 25 de junio de 2025
Volvió á levantar la cabeza para sonreir melancólicamente mirando al español. Tal vez mi felicidad hubiese sido encontrar un compañero como usted: animoso, enérgico, capaz de domar á la fortuna rebelde... Y á usted, para ser un verdadero triunfador, le ha faltado una mujer que le inspirase entusiasmo. Robledo sonrió á su vez con aire bonachón. Ya es tarde para hablar de esas cosas...
Si estando deshambridos y encerrados Muestran tan demasiado atrevimiento, Qué hicieran siendo libres, y enterados En sus fuerzas primeras y ardimiento? Indomitos, al fin sereis domados, Porque contra el furor vuestro violento Se tiene de poner la industria nuestra, Que de domar soberbios es maestra.
Ya se que afirmas que no sabes cómo el ciego impulso de mis potros domo; pero perdona si a mi vez te arguyo. Que este mi amor es impetuosa fiera que sólo una mujer domar pudiera con un mirar celeste como el tuyo. Antes de abandonarte, ciudad maravillosa, que ungiste de alegrías mi peregrinación, quiero dejar prendida en tu escudo una rosa, que yo he santificado ante el altar de Otón.
Junto al negro ataud de tus despojos ¡oh prócer de linaje apolonida! mi frente inclino, humilde y abatida, y un responso de amor rezo de hinojos, al pensar en tus épicos arrojos, en los laureles de tu edad florida, siento la honda amargura de la vida y se llenan de lágrimas mis ojos... No te alzas ya para domar la rabia, de la impiedad y el credo disoluto... ya no escuchamos tu ingeniosa labia.
Todo eso replicó D. Prudencio me parecería muy bien si para dejarme frío no acudiese á mi mente esta frase proverbial: tú que no puedes, llévame á cuestas. No bastan doscientos mil soldados para acorralar y domar á los mulatos y negros cimarrones, y sueña usted con que basten cien mil para llegar al Capitolio de la Gran República.
Dios, la gloria, el amor, la patria, el arte, ídolos de mi ardiente desvarío, sólo me inspiran pesaroso hastío; que parece domar mi sér inerte la calma precursora de la muerte.
Así es la lengua entre nuestros miembros que contamina todo el cuerpo, e inflama el curso de nuestro naturaleza, y es inflamada del infierno. 7 Porque toda naturaleza de bestias fieras, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma, y es domada por el ser humano; 8 pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, y está llena de veneno mortal.
En vez de picar cebolla, machacaba ajos; la mandaron a la tienda por una lata de sardinas y trajo cuatro libras de bacalao de Escocia; rompió una escudilla, y tantos disparates hizo que doña Lupe por poco le aporrea el cráneo con la mano del almirez. «De esto tengo la culpa yo, grandísima bestia, por empeñarme en domar acémilas y en hacer de ellas personas... Hoy te vas a tu casa, a la choza del muladar de Cuatro Caminos donde estabas, entre cerdos y gallinas, que es la sociedad que te cuadra...». Y por aquí seguía la retahíla... ¡Pobre Papitos!
Ello es lo cierto que la concupiscencia no es tan feroz en el día como en tiempos pasados. ¿Cuánto no sorprenden aquellos penitentes solitarios, que después de crueles y largos ayunos aun no podían domar y poner freno a ciertas malas pasiones, que representaban en su lenguaje místico llamándolas el asnillo? ¿Cuánto no espanta, por ejemplo, aquel San Hilarión, que no comía más que una docena de higos secos al día, y tuvo que acortarse la ración en más de la mitad, porque se sentía muy bravo y emberrenchinado?
Dupont hinchábase con vehemente oratoria al hablar de los trabajadores del país. Repetía lo que había oído a su primo y a los religiosos que frecuentaban la casa de los Dupont, pero exagerando las soluciones, con un ardor autoritario y brutal muy del gusto de sus oyentes, gente tan ruda como rica, que encontraba placer en derribar toros y domar potros salvajes.
Palabra del Dia
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