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Actualizado: 25 de junio de 2025


La monarquía asturiana y leonesa, tan llena de gloria antes, cubierta de oprobio ahora por el forzado reconocimiento de Castilla como condado independiente, y por haber trabado alianza con los infieles para domar á sus vasallos sediciosos, cree llegada su hora postrera: el victorioso Almanzor pasea por ella sus banderas triunfadoras y nunca humilladas, invade las marcas españolas, apodérase de Barcelona, conquista á Leon forzando sus montañas y obligando al enfermizo Bermudo á refugiarse en Oviedo con sus tesoros y reliquias, entra en Galicia asistido de caudillos cristianos traidores que reciben del pródigo hagib pingües remuneraciones , alarga la pujante mano á Santiago de Compostela, á la famosa Caaba de los bautizados de Occidente, y vuélvese á Córdoba á ocupar con magestad el usurpado trono, haciendo que los míseros vencidos acompañen á sus veloces ejércitos llevando en hombros las campanas bendecidas del gran templo profanado.

Débil por su fuerza física; pequeño como un humilde átomo en presencia de las montañas y los mares; nulo delante de la incomensurable majestad del cielo y de los mundos que lo pueblan; nacido con la herencia del dolor; perecedero en su forma como todo lo que existe en el mundo físico, el hombre ha recibido sinembargo una potencia que no tienen las montañas, el océano, las tempestades ni los astros: el ESPíRITU. Y esa sola potencia, que es el soplo de Dios, que es la fuerza suprema, que es mas que la luz y que la vida, porque es la esencia creadora, inmortal y divina, le ha bastado para descomponer y analizar y someter la luz, guiar la electricidad, esclavizar los vientos, poner á su servicio el fuego y la explosión, domar los furores del océano, escudriñar los secretos del cielo y de la tierra, producir la fuerza hasta lo infinito y suprimirla á su antojo!

¡Ni que hablar!... ¡Si ya le he dicho que ha tenido miles de ocasiones!... mejorando lo presente; pero haga la diligencia, don Ricardo... ¡de menos nos hizo Dios! ¿Usted querría acompañarme?... Vea, don Ricardo, vaya solo, ¡que en cuestiones de mujeres... es como en punto a domar! dijo riéndose afablemente Baldomero ...¡entre dos no sacan caballo bueno! ¿Y quién podría acompañarme?

Vino luego una compañía de valerosos soldados á domar aquella nación y vengar la muerte del P. Caballero, y llevar su santo cadáver á aquella Reducción. Llegaron allá los españoles al ponerse el sol, por lo cual quisieron esperar al día siguiente para recoger las sagradas cenizas.

Además, para la gente menuda, estaba allí el padre San Bernardo, tan poderoso como Dios en todo lo que tocase a Alcira, y único capaz de domar aquel monstruo que desarrollaba sus ondulantes anillos de olas rojizas. Llovía día y noche, y sin embargo, la ciudad, por su animación, parecía estar de fiesta.

Pues bien; todo esto es el fundamento de un coqueteo. Importa no espantar esas simpatías nacientes poniendo cara de baqueta; importa refrenar las esperanzas infundadas y atrevidas; es menester domar con el debido respeto todo irreverente propósito; y se debe, por último, atraer al Condesito, a ver si te ama y le amas. Pero si yo no le amo. Ya que no le amas. ¿No lo he dicho?

Firme creyente yo en el libre albedrío, aseguraba que todo ser humano, ya por naturaleza, ya por gracia, que Dios le concede si de ella se hace merecedor, puede vencer las más perversas inclinaciones, domar el carácter más avieso y no incurrir ni en falta ni en pecado.

Es cierto confesó Atilio . En los juegos es donde se muestra la debilidad humana y la tendencia que tenemos á la superstición. ¡Qué de manías, como si el pasado pudiera influir en el presente!... ¡Qué de inútiles esfuerzos para domar á la suerte!... Se han derrochado más tesoros de imaginación para inventar nuevos sistemas de juego que para encontrar el movimiento perpetuo, y con igual inutilidad.

El marido, aconsejado por los amigos, acudía a la bofetada y al palo, para domar a «la mala bestia», pero la tal bestiecilla justificaba el apodo, pues al revolverse con el vigor y la acometividad de una infancia bravía digna de su ilustre padre, devolvía los golpes de tal modo, que siempre era el cónyuge el que resultaba peor librado.

Sin bárbaras e incultas naciones que someter y domar, sin despotismos que derribar, sin injusticias que castigar y sin perdidas libertades que volver a adquirir, la valentía y el denuedo militar, ¿de qué suerte podrían manifestarse?

Palabra del Dia

vorsado

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