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Actualizado: 28 de junio de 2025
Es, por el contrario, una manifestación social; es una fórmula de una manera de ser de un pueblo. ¿Para qué os obstináis en combatirlo, pues, si es fatal, forzoso, natural y lógico? ¡Dios mío! ¡Para qué lo combatís!... ¿Acaso porque la empresa es ardua, es por eso absurda? ¿Acaso porque el mal principio triunfa se le ha de abandonar resignadamente el terreno? ¿Acaso la civilización y la libertad son débiles hoy en el mundo porque la Italia gima bajo el peso de todos los despotismos, porque la Polonia ande errante sobre la tierra mendigando un poco de pan y un poco de libertad? ¡Por qué lo combatís!... ¿Acaso no estamos vivos los que después de tantos desastres sobrevivimos aún; o hemos perdido nuestra conciencia de lo justo y del porvenir de la patria, porque hemos perdido algunas batallas?, ¡Qué!, ¿se quedan también las ideas entre los despojos de los combates? ¿Somos dueños de hacer otra cosa que lo que hacemos, ni más ni menos como Rosas no puede dejar de ser lo que es? ¿No hay nada de providencial en estas luchas de los pueblos? ¿Concedióse jamás el triunfo a quien no sabe perseverar?
Sin bárbaras e incultas naciones que someter y domar, sin despotismos que derribar, sin injusticias que castigar y sin perdidas libertades que volver a adquirir, la valentía y el denuedo militar, ¿de qué suerte podrían manifestarse?
Fuerte, como el tamarao de las selvas malayas, como el caimán enorme que custodia sus playas, cual las eternas fráguas del Apo y del Taal. Escala cubiertas cumbres, conquista hondos abismos, jamás sucumbe en lucha contra los despotismos del extraño poder. Se lanza cantando himnos a la tumba enemiga, el ideal por gladio y por triple loriga la gloria de su patria, el honor y el deber.
Sus datos consoladores, sus riquísimos anales, que componen el verdadero libro historial de la Suiza, manifiestan la apremiante necesidad en que se encuentran los demas gobiernos de Europa de difundir y propagar la instruccion, sin la cual los pueblos no pueden ser libres, sin la cual los pueblos no prosperan, sin la cual no hay vida posible: porque el embrutecimiento del pueblo es la razon de ser de las tiranías, es el apoyo de los despotismos.
En la Francia del siglo XVIII fue una calamidad aguda y pasajera, porque todo volvió a reacomodarse al centralismo tradicional; pero en la América latina, donde el cambio de régimen tuvo lugar también exabrupto, la ineducación política para el self government asumió las proporciones de calamidad continental crónica, porque la desconcordancia entre la constitución escrita y las costumbres existentes, entre el carácter fundamentalmente flaco de iniciativa, arbitrario y autoritario del habitante, irrespetuoso de la libertad ajena por estar educado en el régimen católico dinástico de la imposición y la sumisión forzadas, y el carácter esencialmente democrático de las nuevas formas políticas traídas de Norte América, que dejaban al descubierto toda esa incapacidad de conducirse que el régimen paternal acrecienta por el desuso en el rebaño y encubre por el exceso de gobierno, obligó a suplementar los poderes limitados del nuevo régimen con los ilimitados del antiguo, hasta convertir a los nuevos estados libres en simples despotismos democráticos, como lo fueron las repúblicas italianas de la Edad Media.
Dos vidas distintas, en dos mundos diferentes, con sus respectivos regidores, implicaban, naturalmente, dos despotismos sobre una sola existencia, dos gobiernos simultáneos con sus correspondientes jerarquías paralelas de funcionarios para velar por el cumplimiento de las dos clases de obligaciones del súbdito simultáneo de Dios y el Rey el altar y el trono.
Palabra del Dia
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