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Y la mañana siguiente, la primera señal que dió la niña de estar despierta fué levantar la cabecita de la almohada y hacer la otra pregunta que de tan extraño modo había asociado á la letra escarlata: Madre, madre, ¿por qué tiene siempre el ministro la mano sobre el corazón? Cállate, niña traviesa, respondió la madre con una aspereza que nunca había empleado hasta aquel momento.

Me los dio D. Teodoro añadió la Nela para que me comprara unos zapatos. Como yo para nada necesito zapatos, te los doy, y así pronto juntarás aquello. ¡Córcholis!, ¡que eres más buena que María Santísima!... Ya poco me falta, Nela, y en cuanto apande media docena de reales... ya verán quién es Celipín.

Al entrar el conde, Quiñones le lanzó una rápida mirada escrutadora, clavó enseguida otra de profundo odio en la niña y dijo con sonrisa sarcástica: Ah, ¿quieres la bendición?... Toma la bendición. Y le dio de revés un tremendo bofetón que la hizo rodar por el suelo, soltando sangre por boca y narices. Luis sintió aquella bofetada en sus mejillas.

Pero si mi persona era interesante para esos juegos, mi fortuna no alcanzaba a prometerle el tren necesario, y me lo dió a entender claramente. Tenía razón, perfecta razón.

Como la excursión me resultó muy entretenida y también muy provechosa, porque me dio buen apetito y mejor sueño, al día siguiente la repetí, aunque por distinto lado de la montaña, pero sin extender mucho más que en la anterior el radio de mis valentías, porque el teatro de mis experiencias era vastísimo, y el aprendizaje muy duro de pelar.

¡Oh! ¡Dios mío! exclamó doña Clara. Y apartándose de la duquesa dió á correr, loca, anhelante, atravesó algunas habitaciones, y en una cayó entre los brazos de la reina que la había salido al encuentro. Oye, Clara, la dijo Margarita ; consuélate, enjuga tus lágrimas; te traigo buenas noticias. ¿Dónde está, señora? En la torre de los Lujanes. ¿Y puedo verle? .

Yo beberé, ya que no pueden ustedes hacerlo por la pijotera ordenanza; y que les sirva de provecho... ¡A la salud de todos ustedes! Choca, Fermín: choca , Chivo. Decid todos conmigo: ¡Viva el tricornio!... Se cansó por fin de ir de grupo en grupo sin que aceptasen sus ofrecimientos y dio por terminada la expedición.

Y viendo que el otro hacía signos negativos, levantóse, y recogiendo la capa, que se le caía, dió algunos pasos hacia D. Juan, le puso la mano en el hombro y le dijo: «Es que usted no quiere tratar conmigo, por aquello de si soy ó no soy agarrado. ¡Me parece á que un doce! ¿Cuándo las habrá visto usted más gordas! Me parece muy razonable el interés; pero, lo repito, ya no me hace falta.

El mozo se nos acercó y nos dio la carta. Blanca pidió bisque y nos hizo servir champagne. Era hija del padre; las delicadezas de la mesa la seducían más que otras cosas. Devoró el primer plato y agotó la copa con ansia. Nos habíamos sentado en un extremo de la mesa; las flores y los adornos centrales nos cubrían de los vecinos del frente.

¡Alejandro! gritó don Benito al cochero, a Palermo por el Bajo... El carruaje dio vuelta, y los caballos tomaron el trote largo a un simple chasquido del látigo de Alejandro.