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Actualizado: 12 de junio de 2025


Allí le detuvieron dos muchachos que subían del río; le quitaron la codiciada prenda, y uno de ellos se la puso. Mirose en un charco verdoso, y estalló en risa.

Subieron hasta la guardilla; los niños se detuvieron delante de una puertecita. Aquí es dijo el mayor. Hojeda llamó con los nudillos de los dedos, pero nadie contestó. No habrá venido todavía mi madre manifestó el mismo chico. ¿Y qué os hacéis cuando llegáis antes que vuestra madre? Nos sentamos en la escalera.

El pavo los miró; ellos le miraron y se detuvieron. Hizo él la rueda y les echó una arenga, es decir, que después de soltar dos o tres estornudos, que son la interjección natural del pavo, les soltó esa carcajada que parece ladrido.

En fin, que semejante escena daba una idea de aquella parte del Infierno donde deben tener sus esparcimientos los chiquillos del Demonio. Maximiliano y su mujer se detuvieron un rato a ver aquello; pero doña Lupe dirigió a la infantil tropa miradas y expresiones de desdén, diciendo que la culpa la tenían los padres que tal sacrilegio consentían.

Algunas voces protestaron desde el tendido. ¡Cuántos acólitos!... Parecían un clero parroquial marchando a un entierro. ¡Fuera too er mundo! gritó Gallardo. Y los dos peones se detuvieron porque lo decía de veras, con un acento que no daba lugar a dudas.

Precedidos por el papú se dirigieron a la carrera hacia el bosquecillo, adonde llegaron bien pronto, pues el indígena, que comprendió que algo grave debía de haber sucedido, los guió sin vacilar. Cornelio y Van-Horn se detuvieron ante los árboles. Ambos estaban muy pálidos y dirigían ansiosas miradas a aquellos árboles; pero ni uno ni otro vieron a nadie.

Bajaron por la pendiente opuesta a la que habían subido. Cornelio, más ágil y diestro que el Capitán, iba delante, buscando los pasos más fáciles a través de las peñas y saltando de una en otra sin vacilar. Cuando hubieron llegado al llano se detuvieron, mirando atentamente en torno suyo; pero no vieron nada sospechoso.

Antonio y su amigo se detuvieron; uniéronseles en seguida María-Manuela con la otra mujer: Soledad y Velázquez iban á hacer lo mismo, cuando éste dejó caer en los oídos de la joven, con voz angustiosa, estas palabras: ¡Pero, Soledad! ¿de veras me vas á dejar marchar solo?... ¡Por lo que más quieras... por la memoria de tu padre, que fué mi amigo, no me hagas esa ofensa... no tengas tan mala sangre!... ¡Anda, hija mía, vente conmigo!

He dicho que entrábamos, y esto no es exacto en rigor. Pretendiamos entrar; pero nos detuvieron, á fin de proveernos de unas papeletas, sin las cuales no está permitida la entrada. Yo quise preguntar al contralor, que así se llama el empleado que da las targetas, sobre el uso á que las habiamos de destinar; pero los franceses son todos adivinos en el instante soberano de hacer un negocio.

Al llegar la noche, rendidos de fatiga, hambrientos e inquietos, se detuvieron al pie de un árbol del pan, de enorme tronco. ¡Pobre tío! dijo Cornelio con tristeza . ¡Qué mal rato estará pasando! Ya lo encontraremos, señor Cornelio. Mañana al amanecer nos pondremos en marcha y discurriremos el modo de comunicarnos con él. ¡Qué mala noche pasará, Horn!

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