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Cenó regularmente y habló con su padre, por largo, de lo que habían hablado ya antes de irse él al Casino. ¡Estaban, los pobres, tan poco hechos a francachelas como las de Peleches por la mañana, y a esparcimientos tan singulares como los de la tarde!... A la hora de costumbre se cerró la botica, y se recogieron los dos... El padre, después de rezar sus oraciones, se durmió como un bendito.

De consiguiente, sus horas, sus gustos, sus esparcimientos, sus modales, sus opiniones sobre todas las cosas que no son del alma, se arreglan al meridiano de París. Y contra toda herejía importante en esta delicada materia las aseguran y garantizan sus frecuentes viajes á la corte, y alguno que otro á Bayona.

Relegado insensiblemente a segundo término lo que daba margen al coloquio, el cura y la muchacha conversaban amigablemente, depurando, casi sin saberlo, lo que de terrenal tenía el comienzo de su diálogo. Nunca bastardeó aquellos dulces esparcimientos cosa rayana en lo ridículo; que ni la candidez de la mujer tocaba en la sensiblería, ni la discreción del hombre llegaba a parecer afectación.

En fin, que semejante escena daba una idea de aquella parte del Infierno donde deben tener sus esparcimientos los chiquillos del Demonio. Maximiliano y su mujer se detuvieron un rato a ver aquello; pero doña Lupe dirigió a la infantil tropa miradas y expresiones de desdén, diciendo que la culpa la tenían los padres que tal sacrilegio consentían.

Sumando con ellos las recíprocas a que ésta tenía notorio derecho, y no se le escatimaban ciertamente; su turno en el Real; su día de moda en el Español y en otros teatros más; las indispensables exhibiciones en carruaje abierto; las tareas distinguidamente devotas y benéficas de la marquesa, que a la sazón era presidenta y directora de no cuántas congregaciones cristianas, particularmente la de las Madres ejemplares, fundada por ella, y la de Doncellas humildes y temerosas de Dios, a la que pertenecía la hija, y por eso concurría a sus asambleas cada miércoles y comulgaba dos veces cada mes en las Calatravas; y, por último, sus excursiones veraniegas por todo lo más distinguido y más caro de las regiones europeas a estos esparcimientos destinadas por la moda, ¿qué extraño es que no le quedara una sola hora, un solo minuto para vivir en familia, para mirar por dentro las prosaicas mecánicas de la vida normal, para traer a las mientes las cuerdas advertencias del olvidado abuelo..., para contemplar, siquiera, desde el punto de la pendiente rápida en que se hallaba, el necesario e inevitable paradero, término fatal y merecido remate de tan locos despilfarros?

Y esto y los quehaceres que consigo trajo para ser puesto en ejecución antes con antes, fueron los esparcimientos únicos para en todo aquel triste día.