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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Pero se detuvo, algo avergonzado, no sabiendo cómo terminar su frase sin ironía, y agregó con voz diferente, de arrepentimiento: Deme, al menos, la pobre satisfacción de hacerme creer que le sirvo para algo. María Teresa calló, convencida de que cuanto dijera en adelante, sería para Juan motivo de tristeza. ¿Jaime le acompañará, sin duda? interrogó el joven.

Pero, y eso ¿qué prueba? arguyó al fin D. Basilio, viendo una salida favorable de la confusión en que su contrincante le metía ; ¿qué tiene que ver...? Lógica, señores, lógica. Nada, hombre, que no viene acá el niño ese... que no viene... Yo pongo mi cabeza. Pero... No hay pero... Que no viene, y no le usted vueltas, Sr. de la Caña. Deme usted razones.

Estrechaba efusivamente las manos tendidas hacia ella, y luego se limpiaba el sudor de su frente, diciendo con voz lánguida: Voy á morir. La emoción... la fiebre del arte... Me han matado ustedes al obligarme con sus ruegos insistentes á recitar mis versos. Miró á un lado y á otro como si buscase á Robledo, y al descubrirle, fué hacia él. Déme su brazo, héroe, y pasemos al buffet.

Y apartó el libro con desdén, miró al techo y se estuvo quieta un buen rato, sin dar señales de vivir en este mundo, permaneciendo tanto tiempo inmóvil y con tal profundidad extasiada, que Clara se alarmó, y tuvo al fin que decidirse á tirarle de la manga, con lo cual la devota bajó del cielo. ¡Ay, hermana! dijo vivamente. Usted no sabe rezar el rosario; déme acá.

De esto y otras cosas parecidas quisiera yo hablar con usted cuanto antes. ¡Qué canástoles, hombre! ¿Tan urgente es el caso? Urgente, así en absoluto, no señor... Pues entonces, ¡qué demonio! empleemos la sobremesa en puntos de más enjundia... Deme usted alguna noticia más de las gentes de nuestro tiempo. Verbigracia, del famoso boticario... Yo, con permiso de ustedes, los voy a dejar.

Mi amo, pues, como más nuevo en la venta y muchacho, dijo: -Señor huésped, déme lo que hubiere para y mis criados. -Todos los somos de V. Md. -dijeron al punto los rufianes-, y le hemos de servir. Hola, güésped, mirad que este caballero os agradecerá lo que hiciéredes. Vaciad la dispensa. Y, diciendo esto, llegóse el uno y quitóle la capa, y dijo: -Descanse V. Md., mi señor.

El día 22 de junio cobrará usted sus 25.000 francos; de aquí a entonces no hará más que vegetar. Contraerá deudas y sus rentas no harían más que enriquecer a los acreedores. Deme usted su inscripción de renta y yo haré que la venda mi agente de cambio. Guardaré el capital, porque no me fío de usted. En cambio es absolutamente preciso que acepte el producto.

A tiempo llegaba, porque la herida que recibí en la lucha con Dechard había vuelto a abrirse y la sangre corría abundante, formando roja mancha en el suelo. ¡Pues entonces déme usted su caballo! grité, apartándolo de . Di algunos pasos hacia el caballo, tambaleándome, y caí de bruces. Tarlein se arrodilló a mi lado. ¡Federico! dije.

Llegóse luego al huésped, y díjole: "Señor, déme vuestra merced dos asadores para dos o tres ángulos, que al momento se los volveré." "¡Jesús! dijo el huésped . Déme acá vuestra merced los ángulos, que mi mujer los asará, aunque aves son que no las he oído nombrar." "Que no son aves dijo volviéndose a Mire vuestra merced lo que es no saber!

En una de las paradas, al final de un trayecto del tranvía, Krilov debía descender; pero la muchacha no lo hizo, y él le dijo en voz alta al conductor: Deme usted un billete hasta la parada próxima.

Palabra del Dia

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