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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Y diciendo esto, salieron los dos por la ventana, flechados de mismos , y el Güésped, desde la puerta, dándole voces al Estudiante cuando le vió por el aire, diciendo que le pagase la cama y la posada, y don Cleofás respondiendo que en volviendo del Andalucía cumpliría con sus obligaciones; y el Güésped, que parecía que lo soñaba, se volvió santiguando y diciendo: Pluguiera a Dios, como se me va éste, se me fuera el Poeta, aunque se me llevara la cama y todo asida a la cola.

El Güésped le dijo muy severo que era un estudiante de Madrid, que había dos u tres meses que entró a posar en su casa, y que era poeta de los que hacen comedias, y que había escrito dos, que se las habían chillado en Toledo y apedreado como viñas , y que estaba acabando de escribir la comedia de Troya abrasada, y que sin duda debía de haber llegado al paso del incendio, y se convertía tanto en lo que escribía, que habría dado aquellas voces; que por otras experiencias pasadas sacaba él que aquello era verdad infalible como él decía; que para confirmallo subiesen con él a su aposento y hallarían verdadero este discurso.

¡Qué bien entiende de afectos el señor Güésped! respondió el Poeta, encorporándose un poco más.

El huésped, que me vio reír y le vio, preguntóme que si era indio aquel caballero, que hablaba de aquella suerte. Pensé con esto perder el juicio. Llegóse luego al güésped, y díjole: -Señor, déme dos asadores para dos o tres ángulos, que al momento se los volveré. ¡Jesús! -dijo el huésped-, déme V. Md. acá los ángulos, que mi mujer los asará; aunque aves son que no las he oído nombrar.

Siguieron al Güésped todos de la suerte que estaban, y entrando en el aposento del tal Poeta, le hallaron tendido en el suelo, despedazada la media sotanilla, revolcado en papeles y echando espumarajos por la boca, y pronunciando con mucho desmayo: «¡Fuego, fuego!», que casi no podía echar la habla, porque se le había metido monja.

Al mismo tiempo que decía esto el Cojuelo, el apuntador de la Compañía sacó de un alforja los de una comedia de Claramonte , que había acabado de copiar en Adamuz el tiempo que estuvieron allí, diciendo al Autor: Aquí será razón que se repartan estos papeles, entretanto que se adereza la comida y parece el Güésped.

Y ya que lo hubieron comido todo y que el cura repasaba los huesos de los otros, volvió el un rufián y dijo: -Oh, pecador de , no habemos dejado nada a los criados. Vengan aquí V. Mds. Ah, señor güésped, déles todo lo que hubiere; vea aquí un doblón.

La encamisada , pues, de los caballeros y soldados se puso a mediar con el Güésped el caso , y don Cleofás, sobre un Arte poética de Rengifo , que estaba también corriendo borrasca entre esotros legajos por el suelo, tomó pleito homenaje al tal poeta, puestas las manos sobre los consonantes, jurando que no escribiría más comedias de ruido, sino de capa y espada, con que quedó el Güésped satisfecho; y con esto se volvieron a sus camas, y el Poeta, calzado y vestido, con su comedia en la mano, se quedó tan aturdido sobre la suya, que apostó a roncar con los Sietes Durmientes , a peligro de no valer la moneda cuando despertase.

La Rufina María estaba sin juicio mirando tantas figuras como en aquel teatro del mundo iban representando papeles diferentes, y dijo al Cojuelo: Señor Güésped, enséñeme al Rey y a la Reina; que los deseo ver y no quiero perder esta ocasión.

Y, diciendo y haciendo, se metió por esos aires como por una viña vendimiada, meando la pajuela a todo pajarote y ciudadano de la región etérea, a fuer de los de la jerigonza crítica , y don Cleofás se entró a tomar posada, que, aunque estaba llena de muchos pasajeros que habían venido con los galeones y pasaban a la Corte, con todo, al güésped nuevo hicieron cortesía, porque la persona de don Cleofás traía consigo cartas de recomendación , como dicen los cortesanos antiguos.

Palabra del Dia

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