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Martín eligió como zaguero a un muchacho vasco francés que estaba de oficial en la panadería de Archipi y que se llamaba Bautista Urbide. Bautista era delgado, pero fuerte, sereno y muy dueño de mismo. Se apostó mucho dinero por ambas partes. Casi todo el elemento popular y liberal estaba por Zalacaín y Urbide; los señoritos, el sacristán y la gente carlista de los caseríos por el Cacho.

Una sonrisa de triunfo contrajo los labios de Miguel, quien salió también velozmente fuera de la sala y se apostó en el vestíbulo esperando a Lucía. Al pasar ésta, rozando con él, aunque sin mirarle, deslizó en su mano una carta que tenía preparada.

»La encamisada, pues, de los caballeros soldados, se puso á mediar con el huésped el caso, y Don Cleofás, sobre un arte poético de Rengifo, que estaba también corriendo borrasca entre esotros legajos por el suelo, tomó pleito homenaje al tal poeta, puestas las manos sobre los consonantes, jurando que no escribiría más comedia de ruido, sino de capa y espada, con que quedó el huésped satisfecho, y con esto se volvieron á sus camas, y el poeta, calzado y vestido, con su comedia en la mano, se quedó tan aturdido sobre la suya, que apostó á roncar con los siete durmientes, á peligro de no valer la moneda cuando despertase

¿Supongo dijo el general que serán veinte mil libras de carbón de piedra? Mi tío dijo Rafael es como los bolsistas, que suben y bajan las rentas a su albedrío. Sir John apostó que subiría a la Giralda a caballo, y ese es el gran objeto que le trae a Sevilla.

El joven Toby que no había visto todavía al tiburón de los salones, porque el señor de Monthélin no iba a casa de la señora de Lerne, le tomó seguramente por un malhechor, y sin embargo, le demostró que no le temía. Bajose de las rodillas de su señora, y se apostó resueltamente delante de ella ladrando furiosamente, y aun atacando a su enemigo.

La encamisada , pues, de los caballeros y soldados se puso a mediar con el Güésped el caso , y don Cleofás, sobre un Arte poética de Rengifo , que estaba también corriendo borrasca entre esotros legajos por el suelo, tomó pleito homenaje al tal poeta, puestas las manos sobre los consonantes, jurando que no escribiría más comedias de ruido, sino de capa y espada, con que quedó el Güésped satisfecho; y con esto se volvieron a sus camas, y el Poeta, calzado y vestido, con su comedia en la mano, se quedó tan aturdido sobre la suya, que apostó a roncar con los Sietes Durmientes , a peligro de no valer la moneda cuando despertase.