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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Los Gentiles á esta materia eterea la dieron atributos de divinidad; pero así en esto, como en otras muchas cosas erraron torpemente por faltarles la Religion verdadera. Pero en ninguna cosa se engañan mas los hombres, haciendo mal uso de los sentidos, que en el trato civil; y todos los errores que en él se cometen, solo nacen de que se fían demasiadamente de las apariencias sensibles.

La historia amorosa de Nieve y cieno sería tan grata y apacible, aunque harto menos sensual y mucho más etérea, que la de Dafnis y Cloe, si no fuese, como ya queda indicado, por el pícaro Lucas, hijo del cacique.

Nosotros podemos desprender del cuerpo material y pesado dicha forma etérea, mal llamada cuerpo, recorrer con ella inmensas distancias, filtrarnos o colarnos por cualquier resquicio en la más severa clausura y conversar a todo nuestro sabor con nuestros amigos y adeptos.

Primeramente, todo el edificio social tiene que derribarse, y reconstruirse todo de nuevo; luego, la naturaleza del hombre tiene que modificarse esencialmente antes de permitírsele á la mujer que ocupe lo que parece ser una posición justa y adecuada; y, finalmente, aun después de allanadas todas las otras dificultades, la mujer no podrá aprovecharse de todas estas reformas preliminares hasta que ella misma haya experimentado un cambio radical, en el cual, quizá, la esencia etérea, que constituye el alma verdaderamente femenina, se habría evaporado por completo.

Con la fuerza plasmante que tenían en su forma etérea se condimentaron o confeccionaron cuerpos sólidos más perfectos, y de esta suerte creía el sabio viejo, cuyas ideas extractamos, que apareció la raza blanca en el mundo. En una fértil y bonita comarca del Tibet, vivió y se propagó, bajo la dependencia del ya citado Emperador de la China, a quien sus súbditos llamaban Iao y Padre Celeste.

Por sus venas azules corre la etérea y purísima sangre de nuestros antiquísimos richis, héroes y monarcas, celebrados en leyendas divinas y en inmortales epopeyas.

Al cabo de otra media hora, Novillo reincidió en reposar sobre el diván su vientre, agitado ahora por apasionado estremecimiento: era que sus ojos se habían cruzado al acaso con los de Felicita, y ella le había enviado una sonrisa arrobada y etérea.

Los griegos, aunque espiritualistas, no habían acertado a sutilizar el alma humana sino asimilándola y, por ende, denominándola con la palabra psique, mariposa, que para ellos era imagen de la levidad suma. ¡Qué milagroso avance en la espiritualización del alma desde la psique, material todavía, hasta el pneuma, materia inmaterial, sustancia etérea, soplo divino!... El Señor es el espíritu; Dios reside en nuestra alma.

Discúlpanla, ya que no la justifiquen del todo, la condición etérea y volátil del pensamiento y cierta preocupación amarga o picante que a todos nos estimula en el día. De ella puede afirmarse lo que afirmaba Lope, no del estro o tábano, sino de otra más ruin y aborrecible bestezuela: Como los celos eres, Que picas y te vas por donde quieres.

La materia eterea, esto es, sutilísima, é imperceptible por nuestros ojos, esparcida por todo el Universo y causa de los principales fenómenos de él, se descubre por efectos necesarios y signos inseparables de su presencia y eficacia, como lo he declarado en varios escritos mios.

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