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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Con la fuerza plasmante que tenían en su forma etérea se condimentaron o confeccionaron cuerpos sólidos más perfectos, y de esta suerte creía el sabio viejo, cuyas ideas extractamos, que apareció la raza blanca en el mundo. En una fértil y bonita comarca del Tibet, vivió y se propagó, bajo la dependencia del ya citado Emperador de la China, a quien sus súbditos llamaban Iao y Padre Celeste.

Importaba, además, que el pueblo, donde la epopeya iba a nacer, tuviese el germen de una gran civilización propia, no ofuscada por recuerdos distintos de otra civilización pasada o extraña; y que, si algo o mucho tomaba de otras civilizaciones, fuese con tal brío plasmante, con tal fuerza de asimilación, que lo disolviese todo, mezclándolo con el jugo de sus entrañas, y que todo lo derritiese y fundiese con su calor natural, y que luego esta masa, fundida y hecha sustancia propia, la vaciase en molde, propio también, de donde saliera a luz, reluciente, nueva, con forma adecuada y castiza, y con sello peculiar, indeleble.

En manera alguna dijo Sankarachária . Los más aprovechados e iluminados de entre nosotros, poseemos la facultad de entendernos, si queremos, con las personas que están más distantes. Nuestro cuerpo material y pesado es como la creación de nuestro cuerpo etéreo y plasmante, cuya ligereza raya casi en ubicuidad.

El cosmopolitismo, que hemos de atacar como una irresistible necesidad de nuestra formación, no excluye, ni ese sentimiento de fidelidad a lo pasado, ni la fuerza directriz y plasmante con que debe el genio de la raza imponerse en la refundición de los elementos que constituirán al americano definitivo del futuro.

Ya fundido todo, he desechado la escoria por los bríos de mi virtud crítica, y he guardado sólo el metal limpio y puro. Por último, por otra virtud plasmante que hay en he vaciado ese metal como en un molde, y he sacado a la luz el refulgente y completo sistema de la antigua sabiduría. Los pueblos del Norte acabaron ya con el imperio de Occidente. El imperio de Oriente sucumbirá también.

El alma, el principio oculto de la vida, la virtud plasmante, la energía informante, la forma óntica, como la llama un sabio amigo mío, es sólo lo que permanece. Lo demás cambia sin cesar. La vida es, pues, no por estilo poético y figurado, sino con toda realidad, un rió, un torbellino, un torrente impetuoso.

Palabra del Dia

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