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Actualizado: 23 de junio de 2025
La presentación, ante el juez, del chico de la Pepa, como hijo natural de don Aquiles, vino a entorpecer los trámites; y mientras unos querían probar la paternidad y los otros le declaraban, por lo menos, adulterino, con lo cual la reputación del muerto andaba en lenguas, tanta declaración, tanta prueba, tanto reponer de fojas, tal entra y sal de testigos y de curiales, aquello era un laberinto y nadie se entendía.
Es decir, que los españoles dejamos de pelearnos precisamente cuando empezaba a pelearse todo el resto de la Humanidad... Por aquel entonces llegué yo a Madrid, y una noche, en un restaurant, me quedé asombrado al ver que los hombres no se arrojaban unos a otros objetos de vidrio ni de porcelana. ¡Y eso que, indudablemente, todos estaban allí de buen humor y todo el mundo tenía ganas de divertirse!... Había en el restaurant unas cuantas francesas que, tratadas algo a fondo, resultaban ser de Zurich o de Rotterdam; había otras mujeres que se declaraban vienesas, pero sin darle a esta declaración un carácter irrevocable, porque si uno insistía, decían que habían salido muy chicas de Viena, y que, «en realidad», eran de Dresde o de Leipzig.
El Papa Sisto IV despachó entonces un breve en 29 de Enero de 1484 á los reyes de España don Fernando i doña Isabel para ponerles delante de los ojos las muchas quejas que habian llegado á Roma contra los primeros jueces de la Inquisicion nombrados en Sevilla porque perseguian á una multitud de personas en todo católicas, porque les daban tormentos con grande crueldad, porque las declaraban herejes para despues de condenarlas á muerte, apoderarse de sus haciendas; i en fin, porque con tan bárbaro modo de enjuiciar, las gentes huian temerosas á los reinos estraños, buscando la salvacion de las vidas.
Aunque se atusó gravemente la preciosa barba y metió dos o tres veces los dedos por la rizada selva de sus cabellos, masticando algunas generalidades, comprendí que sabía tanto como yo sobre el particular. Fui con él a su cuarto y examinamos los libros donde se declaraban. Allí vi que mi adorada pronto estaría en edad de casarse con quien quisiera.
Hasta los capitanes principales, casados con princesas del país, fueron asesinados en sus casas. Los almogávares fortificados en Gallípoli, por un escrúpulo caballeresco propio de la época, se creyeron en la imposibilidad de defenderse si no declaraban antes la guerra al basileo solemnemente.
Esta feliz idea, que cuadraba muy bien con los gustos de la castellana, había hecho a la de Candore muy popular. ¡No es tan orgullosa como se dice! exclamaban las comadres, encantadas de ser admitidas en el castillo. Al menos hace vivir al país declaraban los comerciantes, entusiasmados por la ganga. Resucita las antiguas costumbres decían los viejos en tono de aprobación.
Pomposos ramos de flores de trapo, que a cien mil leguas declaraban haber sido hechos por manos de monjas, completaban el ajuar del altarejo, juntamente con algunos pequeñísimos objetos de plomo, representando sagrados adminículos, tales como cálices y custodias, lámparas y misales. Estos juguetes los hacían entonces los veloneros para los niños buenos y que no lloraban.
Eran dos buenos parroquianos, con la gorrilla caída sobre la frente, los ojos vidriosos y lagrimeantes, y la nariz violácea y húmeda; una yunta alegre, unida por el yugo fraternal del alcohol, que, mientras hubiese cafetines abiertos, declaraban, como el doctor Pangloss, que este mundo es el mejor de los mundos posibles.
Es que en el fondo del asunto había una verdadera cuestión política. Los conservadores y moderados se declaraban perecistas, antiperecistas los radicales y liberales. Del temperamento y de las ideas dependía pues el estar o en contra o en favor del acusado, por su condena o por su absolución.
Ni sus más decididos adoradores se atrevían a llamarla hermosa, ni sus detractores se propasaban jamás a calificarla de fea. Todos, por unanimidad, la declaraban distinguida en grado eminente. Pero ¿en qué y por qué se distinguía? No era ni muy alta ni muy baja, ni muy blanca ni muy morena, ni pelinegra ni rubia. En ninguna de sus facciones había nada de extraordinario ni de marcado.
Palabra del Dia
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